pH, más que hamor, frensi.

¡Me ha gustado! Lenguaje recargado y nostálgico como el sentimiento del que habla. Le pondré mi propia banda sonora. Eso sí, muy distinto al lenguaje general de la historia, a mi parecer.

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Pos yo creo que para acabarlo así, mejor ni haber comenzado.

Es que no veo que tiene que ver este último capítulo con el resto. Que está bien escrito, vale. Pero da la sensación de que la protagonista principal ha recibido una oferta muy suculenta por abandonar esta serie y dedicarse a proyectos más ambiciosos (hacer de figurante sin diálogo en Los Serrano, seguro), y los guionistas no han tenido otro remedio que darle pasaporte y finiquitar el asunto de prisa y corriendo.

Muy, muy mal

Pues a mi me parece muy bien este final, más teniendo en cuenta la tabarra que habéis dado.

Panda de tarugos.

¿Seguro que eso es el final? A mí no me lo parece.

Hubiera deseado un final tipo "Thelma y Louise", en el que Molly montara a Hera en un descapotable, decepcionadas ambas por los hombres, los dioses, los cucos en el regazo y las insípidas bolas chinas.

Pues yo a Ricardo no me lo imaginaba como Brad Pitt.

Un Brad Pitt de barrio obrero, figurante en el Germinal de los subarriendos a inmigrantes, con la mili hecha en los Regulares de Ceuta y una cicatríz en el hombro derecho que le incomoda cuando cambia el tiempo.

Yo si lo veo.

Molly sería una flor de arrabal, dos estaciones de metro antes de perder la constante y perpetua voluntad de poner al mal tiempo buena cara y de que las venas varicosas invadan la Polonia de sus blancas piernas. Mercedes ( porque se llama Mercedes, como su abuela ) tuvo un novio lumpen, muy parecido a Shane MacGowan, pero con dos piezas dentales menos y pulsión intravenosa, con el que estuvo a punto de casarse en Dublín, donde se fue a trabajar de camarera, pero que, al final, sólo completaron los cursillos prematrimoniales de follar sin condón en un destartalado Vauxhall Cavallier con ambientador de moho.

Tras los lienzos de mi angosta conciencia se adivina la sombra de una sombra que se despereza tardía y perenne: vuelvo a ser la que fui sin saber qué soy ni qué quise ser.

[El Olimpo]

Sin poder despegar aún los párpados, la familiar acústica que produce el eco de mis pensamientos me indica que vuelvo a estar en palacio. Torpemente me desmaquillo de humanidad; apenas quedan restos de dolor, de miedo, de desidia, de hastío, de nostalgia. La última lágrima que derramé como mortal languidece en la comisura de mis labios, consciente de ser una rareza en un Universo al que no pertenece. Me recreo en su tibieza, como en el resto de sensaciones que no podré volver a experimentar cuando mi reconversión divina concluya. La lentitud del proceso lo convierte en una moviola.

Mi experiencia como humana ha sido un océano de contradicciones que ahora debo atravesar a nado y contra corriente para poder alcanzar la orilla olímpica. Cada encrespada ola que golpea mi rostro me cerciora de que lucho contra mí misma; cada feroz ráfaga de viento ulula que mi muerte fue por extrañar aquello de lo que huía. Reconocerlo pesa como una losa que me hunde junto a mi exacerbado orgullo.

La autopsia fue contundente; odio a Zeus tanto como le extraño, lo repudio con la misma pasión con la que le venero, me repele pero le deseo: muerta por una certera daga de añoranza cuando mi único anhelo ha sido morir entre sus brazos.

Morir acariciándole, como acaricia la Luna todo lo humano que se atreve a mirarla.


- Eres tan hermosa ...Creo que siempre te he echado de menos, incluso antes de saber de tu existencia.
- Mi señor Zeus, Hera no puede oírte todavía.
- ¿Por qué crees que estoy siendo sincero?


Su voz. Reconozco a lo lejos su voz y me la bebo de un trago.
Se adueña de cada rincón de mis entrañas y baila sola.

Me afano en deshilacharla, enredada entre un sinfín de melodías que aún perduran en la trama de mi memoria.

Algo roza mis sienes y resbala mejillas abajo.
Sus manos. Siempre sus manos.
Esculpiendo a fuego mi geografía con sus huellas.

Una nueva batalla encarnizada se desata en mi interior. El aura de los dioses se apodera de mi cuerpo emponzoñando cada célula, devorando cada sentimiento aún latente.

Salvaje como el viento, me resisto.


- Hera, deja de temblar. No tienes nada que temer: estás en casa.



[Ahora sí: fin de la agonía]

Creo que con unas imágenes de gatitos jugando con ovillos y unos corazones color rosa el texto te habría quedado muy enriquecido.

Los letristas de Jose Manuel Soto se tienen que estar mordiendo de envidia los puñitos del camisión.