La perra. La puta perra.
Publicado: 20 Jun 2019 11:01
Lleva ocho meses en casa. Nueve tiene de edad. Como es nervio puro y muerde bastante tiene restringido el acceso a las áreas comunes siempre que no haya adultos responsables y razonablemente despiertos supervisando. A cambio tiene una terraza bastante maja conectada con la cocina y con un pequeño lavadero donde hay radiador y pasa las noches invernales calentita. Es nuestro pacto desde el principio. Le doy la cena y pego un paseo de entre una y dos horas, muchas veces por caminos de montaña que me quedan al lado de casa donde corretea hasta cansarse y a cambio ella se va a dormir sin rechistar. Es el tercer paseo del día, el de la mañana es de 15 minutos para sacar legañas, y desalojar vientres (tengo un parque cerca en el que si no hay mucha gente yo aprovecho para sacar también zurullete) y el del mediodía de una hora bien maja. Y cuando llegamos a casa ella misma va por su propia pata a su rincón de dormir en el lavadero calentito y resguardado de ruidos donde se queda fritanga en menos de cinco minutos y ya puede venir la filarmónica de Berlín a tocar a Wagner en mi salón que la señora ya no se despierta hasta la hora del pipí Matutano.
Pues hace un par de semanas que se resiste un poco por la noche después del paseo para ir a su abujero, llora un poco y ladra un par de veces; pero no le hago caso como recomiendan los tutoriales de youtube para que los perros dejen de ladrar y se acaba durmiendo bastante rápido. Pero ayer no. Ayer no quiso. Ladró, aulló y lloró hasta que vino el vecino de las ojeras a aporrear mi puerta y a exigirme que hiciera algo con la puta perra. Como supuse que el animal quería lo que siempre quiere, compañía, y no había forma de que se callase me la llevé a la habitación de invitados (que no pienso usar nunca porque no tengo amigos) donde no hay nada importante susceptible de ser mordido y me propuse a dormir con ella.
Jugar, jugar, saltar, lamerme los pies, morderme los pies, rascar la puerta, jugar, lamerme los pies, rascar la puerta, morderme los pies, subirse a la cama, jugar, correr, rascar la puerta, rascar la puerta, gemir, llorar, llorar, aullar, ladrar, ladrar, LARDRAR... SUPUTAMADRE.
Vaaaale. Pienso que quizás la habitación de invitados es un entorno nuevo para ella por lo que demasiado estímulo. Me la llevo al comedor, zona conocida, que también conecta con la terraza (y de ahí a la cocina y al lavadero) por si quiere ir a su sitio cuando se le pase el siroco. Me aseguro de que en la estancia no hay grandes cosas que pueda destroza si yo me duermo y ella sigue despierta. A estas alturas que muerda un cable y muera electrocutada me parece un escenario bastante halagüeño. Sale a la terraza y empieza a llorar junto al comedero. Imposible que tenga hambre, cenó y bebió como le tocaba, pero le doy un extra de comida por si las moscas(error, ya lo sé, jamás premies los lloros, pero ¿¿QUÉ COJONES SE SUPONE QUE DEBÍA HACER A LAS PUTAS TRES Y MEDIA DE LA MAÑANA DE FANTASÍA CANINA??). Ignora la comida. Hociquea el bebedero. Bueno, pues tiene sed. Le lleno el bebedero y se lo toma con ansia. Se me ilumina el alma. Era eso. La pobrecilla tenía sed. Veo el final a mi periplo nocturno, cuando la sacie se tranquilizará. Vacía el cuenco y quiere más. Le doy más. Parece satisfecha.
Dos dosis de agua son demasiadas para una perra de talla mediana que tarda un día y medio de media en fundirse un bebedero, así que la saco a evacuar. Normalmente desde que bebe hasta que mea pasan entre veinte y veintidós segundos y, si no corro, se le escapa en casa. Media hora más tarde, en la calle, el puto bicho sigue negándose. A la mierda. volvemos a casa. Y nada más entrar, río orinoco, cataratas de Iguazú y lago titicaca en mitad de mi salón. Sorprendido de mi control sobre mis tendencias perricidas limpio el mojón y el charco y vuelvo a meter al pobre animal en su guarida convencido de que, satisfechas sus necesidades, esta vez dormirá a pierna suelta. Cinco minutos después el vecino ojeroso vuelve a llamar al timbre. Sin abrir la puerta grito un YA YA, YA LA MATO y libero al puto bicho al salón.
Me tiro en el sofá incomodísimo pasados los primeros 23 minutos de siesta. Durmamos.
Y la puta perra encuentra un hueso. Normalmente le doy uno cada bastante tiempo y ella lo devora con ansia hasta que no queda rastro. Pero la hijadeputa se había escondido uno para las emergencias no sé puto dónde. Roe y masca un rato pero no le apetece mucho así que empieza a buscar un sitio donde esconderlo. Pero, al parecer, ninguno le satisface porque lo va cambiando de lugar constantemente. Ahora aquí. Uy no, mejor aquí. O aquí. No me convence, mejor aquí. Por lo menos no me lame los pies, ni ladra, pero hace mucho trasiego y no me deja dormir. Me pongo una serie en la tele. O ella se cansa o yo me duermo cualquiera de las dos opciones me vale.
Cinco de la mañana. Aún no ha encontrado el escondite perfecto para el hueso y sigue dando por culo. Me levanto, se lo quito, lo escondo en un lugar inaccesible y vuelvo a tirarme en el sofá. ¿Dónde habré dejado el hueso?, se pregunta el cánido con cara de inquietud.
A las seis de la mañana sigue buscándolo.
A las seis y media se hace un ovillo a los pies del sofá y se duerme finalmente. Muy razonable todo.
A las siete suena mi despertador.
A las siete y media me levanto zombie, roto, dolorido y muerto de sueño. Parece que al chucho le estoy molestando el sueño, así que corre a meterse en su agujero a dormir.
Y ahí sigue, roncando, la hijaputa.
Pues hace un par de semanas que se resiste un poco por la noche después del paseo para ir a su abujero, llora un poco y ladra un par de veces; pero no le hago caso como recomiendan los tutoriales de youtube para que los perros dejen de ladrar y se acaba durmiendo bastante rápido. Pero ayer no. Ayer no quiso. Ladró, aulló y lloró hasta que vino el vecino de las ojeras a aporrear mi puerta y a exigirme que hiciera algo con la puta perra. Como supuse que el animal quería lo que siempre quiere, compañía, y no había forma de que se callase me la llevé a la habitación de invitados (que no pienso usar nunca porque no tengo amigos) donde no hay nada importante susceptible de ser mordido y me propuse a dormir con ella.
Jugar, jugar, saltar, lamerme los pies, morderme los pies, rascar la puerta, jugar, lamerme los pies, rascar la puerta, morderme los pies, subirse a la cama, jugar, correr, rascar la puerta, rascar la puerta, gemir, llorar, llorar, aullar, ladrar, ladrar, LARDRAR... SUPUTAMADRE.
Vaaaale. Pienso que quizás la habitación de invitados es un entorno nuevo para ella por lo que demasiado estímulo. Me la llevo al comedor, zona conocida, que también conecta con la terraza (y de ahí a la cocina y al lavadero) por si quiere ir a su sitio cuando se le pase el siroco. Me aseguro de que en la estancia no hay grandes cosas que pueda destroza si yo me duermo y ella sigue despierta. A estas alturas que muerda un cable y muera electrocutada me parece un escenario bastante halagüeño. Sale a la terraza y empieza a llorar junto al comedero. Imposible que tenga hambre, cenó y bebió como le tocaba, pero le doy un extra de comida por si las moscas(error, ya lo sé, jamás premies los lloros, pero ¿¿QUÉ COJONES SE SUPONE QUE DEBÍA HACER A LAS PUTAS TRES Y MEDIA DE LA MAÑANA DE FANTASÍA CANINA??). Ignora la comida. Hociquea el bebedero. Bueno, pues tiene sed. Le lleno el bebedero y se lo toma con ansia. Se me ilumina el alma. Era eso. La pobrecilla tenía sed. Veo el final a mi periplo nocturno, cuando la sacie se tranquilizará. Vacía el cuenco y quiere más. Le doy más. Parece satisfecha.
Dos dosis de agua son demasiadas para una perra de talla mediana que tarda un día y medio de media en fundirse un bebedero, así que la saco a evacuar. Normalmente desde que bebe hasta que mea pasan entre veinte y veintidós segundos y, si no corro, se le escapa en casa. Media hora más tarde, en la calle, el puto bicho sigue negándose. A la mierda. volvemos a casa. Y nada más entrar, río orinoco, cataratas de Iguazú y lago titicaca en mitad de mi salón. Sorprendido de mi control sobre mis tendencias perricidas limpio el mojón y el charco y vuelvo a meter al pobre animal en su guarida convencido de que, satisfechas sus necesidades, esta vez dormirá a pierna suelta. Cinco minutos después el vecino ojeroso vuelve a llamar al timbre. Sin abrir la puerta grito un YA YA, YA LA MATO y libero al puto bicho al salón.
Me tiro en el sofá incomodísimo pasados los primeros 23 minutos de siesta. Durmamos.
Y la puta perra encuentra un hueso. Normalmente le doy uno cada bastante tiempo y ella lo devora con ansia hasta que no queda rastro. Pero la hijadeputa se había escondido uno para las emergencias no sé puto dónde. Roe y masca un rato pero no le apetece mucho así que empieza a buscar un sitio donde esconderlo. Pero, al parecer, ninguno le satisface porque lo va cambiando de lugar constantemente. Ahora aquí. Uy no, mejor aquí. O aquí. No me convence, mejor aquí. Por lo menos no me lame los pies, ni ladra, pero hace mucho trasiego y no me deja dormir. Me pongo una serie en la tele. O ella se cansa o yo me duermo cualquiera de las dos opciones me vale.
Cinco de la mañana. Aún no ha encontrado el escondite perfecto para el hueso y sigue dando por culo. Me levanto, se lo quito, lo escondo en un lugar inaccesible y vuelvo a tirarme en el sofá. ¿Dónde habré dejado el hueso?, se pregunta el cánido con cara de inquietud.
A las seis de la mañana sigue buscándolo.
A las seis y media se hace un ovillo a los pies del sofá y se duerme finalmente. Muy razonable todo.
A las siete suena mi despertador.
A las siete y media me levanto zombie, roto, dolorido y muerto de sueño. Parece que al chucho le estoy molestando el sueño, así que corre a meterse en su agujero a dormir.
Y ahí sigue, roncando, la hijaputa.