Crear una civilización es la parte fácil. Química básica. Átomos aglutinantes, carbono, silicio... Germanio si te sientes juguetón y necesitas acólitos curtidos en la necesidad. Para respirar no merece la pena arriesgar, lo clásico nunca defrauda; la dosis correcta de oxígeno te permite que un poco más o un poco menos los atonte, y un poco más de un poco más o un poco menos de un poco menos los mate. Esa dependencia al veneno es básica, no quieres que acaben creyéndose inmortales. El resto de los componentes, un poco al gusto, hagas lo que hagas van a acabar lográndolo, la vida es inevitable y allá donde haya la posibilidad remota de que cuatro proteínas se aglutinen y empiecen a autorreplicarse, no tardará en aparecer una pequeña brizna de inteligencia que terminará convirtiéndose en civilización inteligente que, por supuesto, acabará autoextinguiéndose, por muy torpe que uno sea. No importan el entorno, la composición básica de la química orgánica, o las plagas de control de la soberbia y la natalidad que les envíes, las edades de tus criaturas serán siempre más o menos las mismas: Estupefacción, prototecnología, iluminación, dominación bélica básica, decadencia y terror, renacimiento, ilustración, revolución social, revolución industrial, dominación bélica media, revolución digital, revolución científica, exploración tridimensional, dominación bélica avanzada, segunda iluminación filosófica y, por último, autorrealización teológica y su exterminio consecuente y fulminante en cuanto descubren la verdad de su esclavitud.
Crear una civilización es fácil, lo difícil es liderarla. Ponderar con gracia y criterio la ilusión de libertad con el terror, lograr que tu culto sea lo suficientemente obvio para que sea constante y, a la vez, lo suficientemente ambiguo para provocar guerras y fanatismos necesarios para que el sistema sea autosuficiente. Es todo un arte saber dosificar con sabiduría todas esas pequeñas sutilezas cataclísmicas para que te adoren y al mismo tiempo te teman, para que el pesimismo controle pero no llegue nunca a mermar del todo la esperanza permitiendo que los avances se sucedan al ritmo previsto. No quieres esperar demasiado pero tampoco quieres que te explote en las manos antes de finalizar su cometido. Pero con un poco de práctica y algún que otro error se le acaba pillando el tranquillo, tampoco es algo que tenga mucha ciencia, hasta los niños acaban aprendiendo a controlar sus universos en pocos ciclos, utilizándolos a su antojo para evitar las tareas más tediosas. Desde luego si necesitas anudarte los cordones, coserte un botón o rascarte la espalda, es muchísimo más sencillo (y energéticamente eficiente) crearte una civilización y liderarla con fantasías heroicas en forma de misión intergaláctica para que acaben haciéndolo por ti.