La mayor parte del libro, yo diría que un 60%, son descripciones de paisajes y lugares; esto a mí ya me lo pone difícil, pero es que además, oh sopresa, el paisaje tras un holocausto nuclear -o el día del juicio, o lo que fuere- es todo igual: gris, árido, ceniciento y reseco. Siempre igual. Y en total debe de haber unas cuatro oraciones subordinadas en todo el libro. Vamos, que eso no tiene que ser necesariamente malo, pero tanta conjunción "y" junta ha logrado que me sangren las pupilas.
Otro 10% del libro son los diálogos entre padre e hijo. El niño, como hemos comentado antes, tiene ocho años y retraso mental, a pesar de lo que afirma en la página no se cuántas de mi edición, cito textualmente que lo he leído esta mañana justamente y no podía parar de descojonarme: "No soy un retrasado mental". Para más inri, la mitad de las veces el chavalín no quiere hablar con el hombre y responde con monosílabos.
El otro 30% del libro son flashbacks, encuentros bizarrísimos -ya sea con cadáveres o algún otro superviviente-, exploración de casas abandonadas y monólogo interno del hombre. Esta parte sí que merece la pena, y es una lástima que no se extienda más en ella.
Además la edición del texto no está muy cuidada y la traducción (que me perdone Luis Murillo si me está leyendo) es un poco sospechosa en algunos momentos. Nada a lo que no estemos habituados hoy en día, eso es verdad.
Por favor, que venga algún hintelectual -preferiblemente barbado, con voz autoritaria y virilidad rondando los 26 cm- a corregirme, darme dos hostias y mostrarme qué maravilla de la literatura me estoy perdiendo.
P.d. Hoy he visto a uno en el metro leyendo el dichoso librico. Me he preguntado si sería forero. He estado a punto de acercarme con un: "Oye, ¿de verdad no te parece un coñazo?". Y ya.