Yo es que esto me suena a
deja vu demasiado reciente, pero es que ya me diréis las diferencias semánticas y de contenido entre la "nación" que tan mal suena a algunos desde la numantina defensa de la unidad ejpañola, y la "nacionalidad" que asigna la Constitución como propia de Catalunya (también Euskadi y Galiza), y que nadie hoy pone en duda y es perfectamente asimilada ya por todos.
La nacionalidad es una condición que sólo puede predicarse de las
naciones, así que si no queremos llegar a una reducción al absurdo, debemos colegir que las nacionalidades son a su vez naciones (Constitucionalmente hablando) puesto que nada las separa en términos formales.
De hecho la primera acepción de la RAE para nacionalidad nos indica:
RAE escribió: 1. f. Condición y carácter peculiar de los pueblos y habitantes de una nación.
Claro que luego hubo que añadir las propias y derivadas de la cagada constitucional. Y es que sí amigos, fue una cagada, y ello porque:
a) - Si se quería equiparar absolutamente a la nación española y las "nacionalidades históricas", nada tan fácil como ponerlo tal cual y sin tapujos. Sabiendo de las sensibilidades del momento constituyente, está claro que no se quería legar a esos límites, a los que 30 años más tarde ni siquiera se han acercado en demasí las posturas.
b) - Si lo que se pretendía era dotar sólo a esas 3 CCAA de un status "diferente" y en cierto modo superior al resto de CCAA, pero siempre inferior al estatal, haberlo dejado en "regiones o comunidades históricas".
Como ninguna de estas opciones fue la finalmente elegida, se optó por un inexistente camino de en medio, original a todas luces en todo el derecho comparado mundial y evidentemente, una
chapuza tal que permite
a los defensores de la "nacionalización" la postulación de la equiparación semántico-competencial a todas luces amparada en el texto consitucional, y por otra parte
a los detractores de ese monstruo nacionalista, permitir que el inmovilismo se vuelva inmanente en el desarrollo territorial español.
Al final, todo se reduce a una cuestión puramente formal. Tan leve y trascendente como eso, ni las "
naciónalidades" van a poder dar un paso (o dos) más, porque la no-posibilidad de secesión así se lo impide, ni el Estado podrá recortar sus competencias, porque la garantía constitucional de esa su autonomía es absoluta.
Vender el efímero triunfo moral ante el respectivo electorado es el único rédito para ambas partes, si se quiere una cuestión de orgullo o "de derecho" como afirman algunos, pero desde el punto de vista práctico,
en nada afectará a los ciudadanos, y eso es lo realmente importante y que parecen haber olvidado los unos y los otros.