Esto ya lo conoce Stewie, así que si alguien más se lo quiere bajar pues muy bien, y si no ya he cumplido con mi buena acción de hoy. Es la obertura de Parsifal, la última ópera de Wagner. Yo la conocía hace tiempo, pero no ha sido hasta este verano (tiene algo crepuscularmente veraniego, aunque no esperéis nada fresquito) cuando me ha dado bien fuerte. Es algo enorme, reconfortante y trascendental, y ya era hora de que cayera en este hilo.
Interesante cuanto menos ese fragmento, aunque tras la primera escucha no me incita a repetir.
PD: Al final preferí adquirir esta versión en DVD (gracias por el consejo).
Y de regalo me llevé esta otra. Curiosa la realización en versión telefilm de sobremesa de Antena3. Aunque esas voces bien lo valen.
Seguiré vuestro post a diario, si bien mi escaso conocimiento operístico no me permiten aportar absolutamente nada. No soy más que un amago de aprendiz.
Edito: Por France2 (por si pilláis la tele francesa) a las 22:30 emiten "Lucia di Lammermoor" de Donizetti.
Lucia est interprétée par Patricia Ciofi et Edgardo par Rolando Villazon (Direction musicale : Marco Guidarini - Mise en scène : Paul-Emile Fourny).
PD: Al final preferí adquirir esta versión en DVD (gracias por el consejo). Y de regalo me llevé esta otra. Curiosa la realización en versión telefilm de sobremesa de Antena3. Aunque esas voces bien lo valen.
Bueno, tú te has pillado un dvd. Las versiones en dvd y cd no suelen tener nada que ver. Respecto a esa sensación de telefilm, pues sí. Es por eso que no me gusta ver la ópera en pantalla, queda a teatrillo, se ve el truco por todas partes. (El amigo ganon me hizo una pregunta en privado, por si alguien tiene la sensación de que se ha volatilizado algún post)
ganon escribió:Interesante cuanto menos ese fragmento, aunque tras la primera escucha no me incita a repetir.
Si estás empezando, Wagner, y sobretodo Parsifal, no es nada recomendable. Lo recomendable es Mozart, Puccini o Verdi. A ti te ha dado por Puccini, que está muy bien. Lo jodido es empezar por Mozart, porque entonces tardas más en dar los siguientes pasos.
Seguiré vuestro post a diario, si bien mi escaso conocimiento operístico no me permiten aportar absolutamente nada. No soy más que un amago de aprendiz.
A diario no te lo recomiendo porque este hilo va poco a poco. En mis mejores momentos no suelo postear más de una cosa a la semana, por no dar la brasa más que nada. Pero sabiendo que la audiencia sube de dos a tres (censados) me volveré a animar sin duda. Soy como un bulbo de amarilia, que con un vasito de agua te suelta un floripondio que te dura diez días.
Y no te preocupes por no tener ni idea. Aquí el único que tiene idea es penetreitor y el hijoputa se estira menos que un mikopremio.
Pues yo con permiso de la Madame, vengo a hablaros de una ópera.
El camino del libertino de Igor Stravinsky
Esta ha sido una de las mayores sorpresa que me he llevado en la vida.
Mi experiencia con la ópera por aquel entonces se reducía a algo de Mozart, algo de Pucini, algo de Verdi, algo de Wagner y Dido y Eneas de Purcell, con desigual fortuna.
Pero ya se sabe, uno cuando es joven experimenta con cualquier cosa que se le ponga a tiro. Y mira que me lo dijeron, cuidado con Stravinsky que es un cabrón, cuidado con Stravinsky que puedes salir potando del teatro de la Zarzuela. Pero yo fui, con un par.
En fin, como este es un hilo para todos los públicos hablaré algo de Stravinsky. La verdad es que el miedo a Stravinsky viene por ser uno de los más importantes innovadores en la historia musical. Este dicharachero ruso nació en 1882 cerca de San Petersburgo. Como era un niño muy listo estudió con Rimsky Korsakov (el de Zherezade), lo que junto con la época que ya pasaba, dio cierto toque romanticista a sus primeras obras, muy influenciadas por su maestro.
Pero pronto su espíritu inquieto voló lejos. Para Igor, la producción de los impresionistas franceses (Debussy, Ravel) fue crucial para sus siguientes composiciones, y ya en 1910 se decidió a renovar el ballet clásico desde sus cimientos. El pájaro de fuego fue la obra que le consagró con tan sólo 28 años. Os preguntaréis, ¿y qué hizo para ser tan revolucionario? Ni más ni menos que introducir ritmos irregulares a lo largo de sus piezas. Y así siguió en Petruska y con, quizá la más conocida de sus piezas, la consagración de la primavera.
Es esta característica, la irregularidad en sus ritmos, la que hace se le pongan los pelos de punta al gran público cuando oyen el nombre de este compositor.
Por eso el miedo a asistir a una de las pocas óperas de Stravinsky en aquellos momentos no era fundado.
Aún así, el camino del libertino es una de las mejores experiencias operísticas que se pueden experimentar.
Nos encontramos ante una auténtica ópera bufa, un género alejado de la solemnidad wagneriana o del dramatismo del verismo italiano. Y sin embargo, contra todo pronóstico, la partitura es de un corte clásico mágnifico.
El argumento es cojonudo: un joven ejemplar, enamorado y a punto de casarse, recibe la visita de un extraño personaje que le anuncia que ha recibido una ingente fortuna tras la muerte de un familiar lejano. Es cuando va a Londres a tomar posesión de sus bienes, cuando comienza su auténtico descenso a los infiernos. El extraño personaje, ahora su sirviente, lo va conduciendo por todos los excesos mientras su amante novia languidece en la campiña inglesa, olvidada y despechada. Mientras nuestro protagonista se divierte por los mejores burdeles de la ciudad (apertura del segundo acto, con un impresionante coro de fulanas y clientes), llegando incluso a casarse con una mujer barbuda (increible partitura para soprano). La ruina no está muy lejos y cuando ésta llega, su falso criado, al más puro estilo Fausto, reclama el pago por sus servicios: el alma del desdichado libertino. Tras una discusión, deciden jugarse el alma a las siete y media, juego que nuestro héroe gana. En ese momento, el diablo ofendido por la jugarreta, le permite quedarse el alma, pero le roba la razón. El final de la ópera se desarrolla en el manicomio donde ha sido encerrado nuestro protagonista. Y al final, como en todo buen cuento, antes de que termine de caer el telón, éste vuelve a levantarse para que todos los personajes nos cuenten la moraleja de la obra.
Ahora quedaría de puta madre que pusiera un linkito con la ópera. Pues va a ser que no. No la tengo y la mula me dice que no me la baja porque no le sale de los mismísimos.
La obertura de Lohengrin es una pieza fundamental y sobrecogedora. Tiene una estructura “en arco”, lo que quiere decir que no presenta secciones diferenciadas. A lo largo de sus nueve minutos se expande un único tema. Comienza con un leve susurro por parte de los violines que va dibujando el tema principal, “el motivo del Grial”, hasta alcanzar su apoteosis en su parte central, para ir disolviéndose otra vez en el mismo susurro a cargo de las cuerdas. Este tema sublime y excelso no volverá a aparecer en toda la obra hasta el final, cuando el protagonista canta el maravilloso “In fernem Land”. Sólo alguien verdaderamente frívolo e insensible podría decir que es una pieza aburrida. Pese a que el motivo que se desarrolla en esta obertura es el del Grial y no el de Lohengrin, la obertura en sí puede considerarse una metáfora de dicho personaje, ya que aparece desde la lejanía, alcanza su cénit, y vuelve a alejarse por dónde vino sin haber rozado el mismo suelo ni la misma mediocridad en la que mueven los demás personajes.
Toda la música del Lohengrin está teñida, según palabras de un arcano entendido cuyo nombre no recuerdo ni quiero ir a mirar, de dos colores: el azul y el plata. Helos aquí en todo su esplendor.
Qué sería de la música, de toda ella, por supuesto de la cinematográfica, pero también de toda la demás, si este hombre no hubiera existido. Creo que exceptuando aquella que sea heredera de la música negra africana y otros dos o tres géneros puntuales (entre los que NO incluyo la electrónica), toda la demás jamás habría sido la misma.
PD: Puagh, en casa tengo una copia del Rake's Progress que debería escuchar, porque sé que es una gran obra y su música no debe ser demasiado críptica. Es una de las óperas favoritas de mi señora madre. Si no he respondido es por ignorancia, no por esnobismo. A ver si la escucho y subo algún track que me parezca especialmente asequible y descontextualizable.
Urdu escribió:PD: Puagh, en casa tengo una copia del Rake's Progress que debería escuchar, porque sé que es una gran obra y su música no debe ser demasiado críptica. Es una de las óperas favoritas de mi señora madre. Si no he respondido es por ignorancia, no por esnobismo. A ver si la escucho y subo algún track que me parezca especialmente asequible y descontextualizable.
Nada Ñurdu, no te preocupes. Ya tienes deberes que hacer estas vacaciones. Imagínate Ibiza al ritmo de Stravinski.
Si me permites el aparte, para mi los óperas son los espectáculos totales, donde montaje, puesta en escena, música e interpretaciones se dan la mano.
Si me gustó tanto El camino del libertino cuando la vi fue por su montaje. Divertido e imaginativo, con las mejores interpretaciones (a nivel teatral, no musical) que he visto en una ópera. Y realmente divertida: hay un par de escenas con la mujer barbuda, dignas de las mejores comedias clásicas.
Tengo que admitir que en lo musical no llego ni a simple aficionado. Por eso primo más los aspectos extramusicales de las óperas.
Ya he escuchado The Rake’s Progress y aunque no es exactamente una ópera para principiantes, es una delicia de principio a fin. Está basada en una serie de pinturas hechas por un pintor inglés llamado William Hogarth en el siglo XVIII (Wikilinkazo) en las que se describe de manera moralista la caída en desgracia de un libertino que dilapida su fortuna en lujos, putas y juego hasta terminar en la cárcel y en un manicomio víctima de la sífilis. Stravinsky estrenó esta ópera en 1951, prácticamente antes de ayer, pero dada su temática su concepción es neoclásica de cabo a rabo (“la última de su tendencia”, llegó a decir), llena de números cerrados, arias, dúos, tríos y recitativos. La influencia de Mozart es descarada, más en la exquisita orquestación que en la línea melódica, donde es difícil encontrar melodías claras. Todo muy tonal, colorido y luminoso, pero insisto, que nadie espere La Flauta Mágica.
Tom y Anne son una feliz pareja que vive con el padre de ella, pero Tom no quiere morir trabajando y anhela la buena vida. En ese momento aparece un desconocido, Nick Shadow (mote que en la época de Hogarth se aplicaba al diablo) que le informa que acaba de ser nombrado único heredero de un tío del que no había oído hablar hasta el momento. Shadow se pone al servicio de Tom prometiéndole no cobrarle hasta que pase un año, y juntos se encaminan a Londres, posponiendo hasta entonces su boda con Anne. Shadow le muestra los burdeles y le anima a casarse con un fenómeno de feria, una mujer barbuda a la que no ama ni desea, pero que tiene bastante dinero y cuyo matrimonio supondrá un gesto de libertad. Tom se gastará finalmente el dinero de la mujer barbuda y se meterá en más problemas debido a una invento fraudulento de Shadow que pretende convertir las piedras en panes. Finalmente tiene que sacar a subasta todas sus pertenencias, incluida la mujer barbuda. Shadow reaparece pidiéndole su alma como pago por sus servicios, pero Tom le da esquinazo en una partida de cartas a todo o nada. Demasiado tarde. Cuando Anne acude a Londres en su busca se lo encuentra en un manicomio creyendo ser Adonis. Ésta finalmente consigue redimir su alma en el momento justo de su muerte.
Pues bien, ¿cómo suena una ópera neoclásica estrenada en 1951? Más o menos así:
En este radiante aria que culmina en un do de pecho (el tono de la pureza para Mozart), Anne decide ir a Londres en busca de Tom. El resto de la ópera mantiene, con sus lógicos contrastes, un tono muy similar.