En realidad vivo en lo profundo del lago de la casa de campo, me alimento del cieno y los cadáveres de prostitutas, y en las épocas de celo salgo a cazar hombres por las inmediaciones: puteros, deportistas, viejos con garrota, chavalines de pellas, ecuatorianos borrachos, rumanos que duermen a la interperie...
Pero no soy completamente feliz: ni siquiera mi estilo de vida alternativo y jipilondio, me libra del cáncer de nuestro tiempo.