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Pues verá, señorita, desde el día 27 hasta el día dos del presente mes, he tratado de encontrar un movimiento adecuado a una partida de tal grado como la que jugamos usted y yo.
El primer día, traté de jugar sin que me temblasen las piernas al pensar en un movimiento. Pasé horas y horas jugando yo solo en la página del autor del juego. Hacía y deshacía movimientos sin llegar a ninguna conclusión.
Decidí desistir de ello, pero no publicar un movimiento cualquiera pues no es mi rival cualquiera a la que se le pueda despreciar así.
Al día siguiente, decidí llevarme la paritida en un juego magnético en miniatura a una terraza pública donde un cuarteto de estudiantes del conservatorio superior amenizaban improvisando en clave de jazz unas piezas de Amadeus. Algunas con más acierto que otras, pero todas maravillosas.
Intenté usar la música como vía de escape de mis miedos y temblores, pero ni así. El simple hecho de pensar en la partida, me dejaba perdido entre acordes y escaques.
Lástima, no pude disfrutar de una cosa ni de otra.
Al siguiente día, señorita, puse proa rumbo Oeste puro. Llevándome otra vez la partida en el magnético cajetín portátil, sí, pero llevándolo bien lejos, donde pudiera descansar de todo aquello que produjese algún ruido civilizado.
Navegué durante una media hora, tomando cada embestida de las amuras contra las olas, como si de un posible movimiento se tratase. Cada vez que una jugada me embestía, miraba hacia el Este y veía a lo lejos la ciudad como si regresase al inicio de la partida.
Cuando llegué al punto exacto donde la ría se junta con el Océano Atlántico, traté de mantener el cascarón a una deriva un poco estable, pero en manos de la subida de la marea.
Pero mis posibilidades de posicionar las piezas en sus enclaves idoneos se desvanecían llegando a llevarme hacia los acantilados de la cara occidental de la isla Sur.
Lástima, así tampoco podía llegar a nada.
Regresé y deconecté del mundo una vez más para poder realizar, finalmente, ésta mierda de movimiento.
Atentamente suyo:
Sr. Taimado.