Tercera temporada completada.
Parecía que la cosa había perdido pistón respecto a la segunda, pero llegan los tres últimos episodios y los irrefrenables orgasmos vuelven a inundar de nuevo mi comedor de lefa.
Desde el capítilo que comienza con el duelo a la luz de las farolas entre Omar y el Pajarita (mejor que los planteados en la inmensa mayoría de westerns) la cosa es un no parar de momentos antológicos para la historia de la televisión. Me jode que se haya cerrado la trama de Belt (me encantaba este tipo), Barsdale y compañía, pero la rúbrica final es difícilmente mejorable y consigue marcar tanto o más que la historia del puerto.
Me intriga saber de qué va a ir la cuarta temporada. Sé que trata sobre la educación y tal, pero con tantos cabos atados va a ser como volver a empezar de cero, sólo que los protagonistas ya forman parte de tu propia familia.
Cuánta grandeza, joder.
Esta serie es una auténtica openmaster, sin paliativos.