Irreversible es algo así como el cóctel definitivo de garrafón cinematográfico. Si te echan noventa minutos de gabachos, horrible iluminación, maricones, violencia gratuita, un cámara con parkinson y otro atado a un martillo neumático te acaban obligando al malestar, el mareo y la arcada aunque te cuenten una historia sobre las reglas del tres en raya. No tiene ningún mérito.
Pero, bueno, sea como fuere yo a Irreversible también la entiendo como un canto a ese principio vital consistente en "el que resiste, gana". Como un ejercicio eliminatorio grotesco para merecer lo único que merece la pena de toda la puta película:
los últimos diez minutos de la Bellucci retozando en pelotas (incluso si lo hace junto a un macaco)
Sí, hamigos, Irreversible es una colosal montaña de mierda, pero es una colosal montaña de mierda coronada por la justicia, por el premio a los más fuertes e insensatos, a los más ilusos, a los que no abandonan por mongólico que resulte no hacerlo. No se puede decir lo mismo de otras muchas películas que además de ser malísimas no te ofrecen ni un segundo de honrada recompensa.
Gracias, Gaspar Noe por ser como eres,
y por la puta madre que te parió, so mamón.