La deshumanización que podemos concluir de la observación de los innumerables y progresivos casos de corrupción, la crisis ética y moral que nos cae encima a diario con individuos que velan por su enriquecimiento o salvación sin importarles el daño que causan con sus actos, tiene su parangón en la pérdida de deportividad del fútbol y del deporte en general, donde todo vale y el triunfo individual se impone por encima del esfuerzo grupal. Quién sabe, acaso el atractivo del Barcelona de Pep Guardiola se explique mejor por ahí, por su empeño en sublimar las enormes individualidades en un colectivo superior. ¡Ojalá!, porque eso querría decir que aún hay salvación.
El destino de mi alma inmortal, la titánica lucha entre Dios y Lucifer, entre el bien y el mal, el Ragnarok, el ocaso de Occidente, el fin del mundo pronosticado por los mayas, la muerte de los valores propios de la tradición renacentista europea, de lo que nos hace diferentes a los animales, todo ello depende de que el Barsa gane esta liga.
¡Oh, destino cruel!