Señales
- Criadillas
- Palomitero mórbido
- Mensajes: 17836
- Registrado: 01 Ago 2003 19:38
- Ubicación: En la calle del pepino.
Señales
-Usted se la merece, no lo dude-, me dice el actor del anuncio que están poniendo por la pequeña pantalla de la televisión, la cual es la única y titilante fuente de luz de todo el cuarto.
Un tipo rubio, fuerte, con una dentadura brillante y perfecta, a todas luces atractivo, me muestra con la mejor de sus sonrisas todas las bondades de la Abdominator 3000.
Y creo que tiene razón; me la merezco.
Su respiración me llega tenue pero inperturbable.
No es perfecta.
Y me encanta (no por ese motivo, sino por el hecho de que me sigue gustando pese a lo anterior). Su nariz es un poco aguileña, y sus dientes no están muy bien colocados.
Pero me encanta.
Justo cuando todos los demás se fueron de casa y nos quedamos los dos sólos, con la vacía promesa de que más tarde nos reuniríamos donde estuviesen, me hizo ver tres veces seguidas la canción de las escaleras de "Dentro del laberinto" y más de cinco el comienzo de "Pesadilla antes de Navidad".
Hay quien diría que ésos son signos inconfundibles de que la cosa no marcha, pero os llevaríais una sorpresa al conocerla.
Después bailó sólo para mí, acabándonos lo poco que quedaba de la botella de Jack Daniels en el proceso, y finalmente, mientras nos desnudábamos en ambos aspectos, intentó tocar en el piano "Any Other Name", de Thomas Newman. No pudo acabarla, porque cinco minutos después ya estábamos haciendo el amor.
La miro y me aterroriza. Ma causa pavor el futuro. No sé si podría sobrevivir a todo el proceso.
Soy incapaz de visualizar una pelea con ella, ni un mal tono, ni las miradas llenas de ira, ni los puñales verbales, ni las decepciones, ni los "no pensaba que fueses realmente así", ni los "no es lo que esperaba", ni los "creo que ya no siento lo que tendría que sentir", ni los días anteriores al final, en los que sabes perfectamente que todo va a ocurrir, y sin embargo sigues aferrándote a la esperanza de que exista alguna herramienta para arreglarlo todo.
Y saber que no hay solución...
La miro, dormida, con tan sólo las sábanas por encima, a mi lado.
Estoy paralizado, con un nudo en la garganta de tan sólo pensar en esos momentos.
Hay gente que dice que la felicidad no se experimenta; que tan sólo se recuerda. Creo que tienen razón.
Ahora mismo soy incapaz de sentirme feliz, soy incapaz de disfrutar del momento, de tumbarme y colocar la cabeza a su lado, rodear su cintura con mi brazo, darla un suave y silencioso beso debajo de la oreja, y dormir hasta mediodía.
Y cuando ella despierte seré incapaz de decirla que la quiero, que la necesito, que mataría por seguir a su lado todo el tiempo, porque es lo mejor que me ha pasado en muchísimo tiempo y, como ha dicho el del anuncio; me la merezco.
La otra posibilidad sería dejar las cosas como están. Dormir hasta que ella despierte, o lo haga yo, y comenzar una conversación que no lleva a ningún sitio. Tras eso inventarme cualquier escusa y largarme rápidamente, aunque sin cerrar ninguna puerta.
Ya lo harían ellas sólas, con el tiempo, con la distancia. De manera indolora.
Diréis que soy un cobarde, y puede que tengáis toda la razón del mundo. Diréis que no tengo el valor de enfrentarme a la grandeza del amor, a las relaciones, a la posibilidad del fracaso.
Y ni en toda una vida podría ser capaz de encontrar un sólo argumento con el que rebatiros.
Pero tendríais que verla en éstos momentos...
No es perfecta.
Y si en dos noches me ha hecho sentir todo ésto, qué no sería capaz de hacer con el tiempo. Cómo de grande podría ser la caída...
Y no me llaméis negativo, por favor. Soy completamente consciente de todos los momentos perfectos que podría experimentar con ella. Un viaje a Granada, una fiesta como la de ésta noche, la celebración de nuestros primeros 200 días juntos (puesto que jamás celebraríamos algo tan absurdo como un aniversario), alguna tarde de lluvia en casa, viendo una buena película en la que ella acabara llorando con la cabeza apoyada en mi hombro para que no la vea...
Por supuesto que soy capaz de visualizar esos momentos. Y si no los necesitara, si no supiese apreciarlos en su exacta medida, no estaría aquí pensando lo que pienso, paralizado por el terror.
¿Cómo aguantaría alguien que acaba de ganar la lotería el volver a ser pobre?
Lo peor no es que todo acabe. Lo peor es el volver a hacerse a la idea de que es posible que ya no te quede ninguna oportunidad de encontrar a alguien así, de fabricar recuerdos perfectos como los de ahora.
Y lo peor de todo es que después de todo este tiempo dándole vueltas, estoy exactamente en la misma casilla de salida que antes.
No hay cosa que peor tolere que la incertidumbre.
La televisión se desconecta sóla.
Creo no haber apretado el mando por error en ningún momento. Pese a eso, lo busco a mi lado y aprieto la tecla de encendido.
Nada.
Me giro hacia la mesilla y miro el reloj electrónico que hay a mi derecha. O mejor dicho, el reloj que debiera haber, porque todo está en completa oscuridad, y no consigo ver más allá de mi nariz.
Miro hacia la ventana, y observo que el edificio de enfrente también está a oscuras, aunque no es un dato muy revelador dadas las horas que son.
Por contra me llama la atención que todas las farolas se han apagado también. Y con ellas absolutamente toda la luz de la ciudad, dejando a la luna y a las estrellas parcialmente veladas, como únicas antorchas sobre nuestras cabezas.
Intrigado, me levanto con cuidado de la cama y me acerco hasta el alfeizar. Hace una noche estupenda.
Y es justo en ese momento cuando una luz comienza a perfilar la silueta de las lejanas montañas, habitualmente invisibles desde la ciudad.
Al principio es un fogonazo breve, mudo, como el flash de una cámara gigantesca que quiere retratar la sierra para Dios. Pasado un segundo, una inmensa ola naranja comienza a expanderse lentamente a lo largo y ancho de la superficie que rodea a la luz, devorándolo todo en completo silencio.
No entiendo nada, pero es lo más maravilloso que he visto en toda mi vida.
Dos pequeñas luces parpadeantes y paralelas comienzan a descender rápidamente hacia el centro de la ciudad. El sonido de los motores en éste caso es perfectamente notorio.
No consigo ver el impacto del avión contra el edificio, puesto que queda fuera de mi campo visual, sin embargo una tremenda explosión ensordece toda la ciudad y el suelo tiembla de manera sobrecogedora.
Ella se despierta agitada aunque todavía somnolienta.
Yo vuelvo la mirada a la cada vez menos brillante ola naranja, que continúa acercándose, todavía en silencio, hacia nosotros. La hago un gesto para que se acerque, a lo cual me hace caso.
Un zumbido ahora parece llegar junto con el viento, que empiza a levantarse repentinamente, aunque no de forma desagradable. Las montañas ahora están envueltas en una nube de humo que se extiende rápidamente hacia el cielo.
Tendríais que verlo; kilómetros y kilómetros de nube, expandiéndose en todas direcciones, cubriéndolo todo.
La ola naranja pierde fuerza y cada vez es más delgada, hasta que llega un desilusionante punto en el cual desaparece del todo, a bastantes kilómetros de distancia todavía; calculo.
Por contra, el zumbido no deja de crecer en intensidad y volumen, como un coro de miles de bajos que quieren impresionarte.
Todo tiembla, primero levemente, luego de manera que tengo que agarrarme al borde de la ventana y alejarme un par de pasos para no caer desnudo a la calle.
La agarro con la otra mano y ella se acerca hasta abrazarme.
El zumbido comienza a hacerse realmente molesto, los cristales bibran, y el viento se acaba de tornar huracanado de improviso. Agua, polvo y suciedad entran por la ventana. Nos alejamos.
El temblor tira al suelo todo lo que no está bien sujeto y no tiene dos piernas con las que mantener el equilibrio. Esquivo un bonito cuadro de una puesta de sol, el cual con la caída hace romper el marco.
La bombilla del techo explota sin estar encendida siquiera, y las ventanas se cierran de golpe para acto seguido abrirse con brutal fuerza, estallando todos los cristales contra la pared, y obligándonos a subir a la cama para no cortarnos.
Sigue abrazándome.
Ya no entra suciedad por la ventana, pero no puedo evitar toser a la vez que me tapo los ojos. No se escucha nada excepto el ensordecedor zumbido.
Me parece escuchar la alarma de un coche acercándose, y cuando creo que tan sólo son imaginaciones mías, la pared (a escasos tres metros de nosotros) explota, dejando entrar lo que creo que es un Seat Ibiza negro empotrándose contra el cuarto de baño del otro lado de la habitación.
El aire que entra es caliente y huele a plomo. Se me queda una desagradable sabor metálico en toda la boca.
Y entonces todo se detiene.
El zumbido cesa de pronto. El viento deja de soplar, y el temblor desaparece por completo.
Pasa medio minuto hasta que dejan de caer pequeños cascotes y cristales, y de nuevo reina el silencio en la ciudad.
Me giro hacia el coche que hay dado la vuelta y empotrado sobre la ducha, y veo que en su interior hay un peluche del sonriente Garfield, con ventosas en las manos pegado al destrozado cristal trasero. Una de las manos cae laxamente y parece señalarme.
La vuelvo a mirar.
Ella está con la cabeza gacha, respirando pesada y lentamente y con los ojos abiertos como platos, mirando hacia el suelo.
Sigue abrazándome.
-Si ahora no te digo que estoy enamorado de tí, me voy a arrepentir toda la vida.
Y justo al terminar la frase, cientos de luces multicolores comienzan a descender muy lentamente, en circulos, desde lo alto de entre las nubes, iluminando las calles y los destrozados edificios de la ciudad con miles de tonalidades diferentes y cambiantes.
Ella alza la cabeza y me sonríe, todavía con los ojos muy abiertos.
Ahora que me fijo por primera vez, los tiene preciosos, aunque sigue sin ser perfecta.
Un tipo rubio, fuerte, con una dentadura brillante y perfecta, a todas luces atractivo, me muestra con la mejor de sus sonrisas todas las bondades de la Abdominator 3000.
Y creo que tiene razón; me la merezco.
Su respiración me llega tenue pero inperturbable.
No es perfecta.
Y me encanta (no por ese motivo, sino por el hecho de que me sigue gustando pese a lo anterior). Su nariz es un poco aguileña, y sus dientes no están muy bien colocados.
Pero me encanta.
Justo cuando todos los demás se fueron de casa y nos quedamos los dos sólos, con la vacía promesa de que más tarde nos reuniríamos donde estuviesen, me hizo ver tres veces seguidas la canción de las escaleras de "Dentro del laberinto" y más de cinco el comienzo de "Pesadilla antes de Navidad".
Hay quien diría que ésos son signos inconfundibles de que la cosa no marcha, pero os llevaríais una sorpresa al conocerla.
Después bailó sólo para mí, acabándonos lo poco que quedaba de la botella de Jack Daniels en el proceso, y finalmente, mientras nos desnudábamos en ambos aspectos, intentó tocar en el piano "Any Other Name", de Thomas Newman. No pudo acabarla, porque cinco minutos después ya estábamos haciendo el amor.
La miro y me aterroriza. Ma causa pavor el futuro. No sé si podría sobrevivir a todo el proceso.
Soy incapaz de visualizar una pelea con ella, ni un mal tono, ni las miradas llenas de ira, ni los puñales verbales, ni las decepciones, ni los "no pensaba que fueses realmente así", ni los "no es lo que esperaba", ni los "creo que ya no siento lo que tendría que sentir", ni los días anteriores al final, en los que sabes perfectamente que todo va a ocurrir, y sin embargo sigues aferrándote a la esperanza de que exista alguna herramienta para arreglarlo todo.
Y saber que no hay solución...
La miro, dormida, con tan sólo las sábanas por encima, a mi lado.
Estoy paralizado, con un nudo en la garganta de tan sólo pensar en esos momentos.
Hay gente que dice que la felicidad no se experimenta; que tan sólo se recuerda. Creo que tienen razón.
Ahora mismo soy incapaz de sentirme feliz, soy incapaz de disfrutar del momento, de tumbarme y colocar la cabeza a su lado, rodear su cintura con mi brazo, darla un suave y silencioso beso debajo de la oreja, y dormir hasta mediodía.
Y cuando ella despierte seré incapaz de decirla que la quiero, que la necesito, que mataría por seguir a su lado todo el tiempo, porque es lo mejor que me ha pasado en muchísimo tiempo y, como ha dicho el del anuncio; me la merezco.
La otra posibilidad sería dejar las cosas como están. Dormir hasta que ella despierte, o lo haga yo, y comenzar una conversación que no lleva a ningún sitio. Tras eso inventarme cualquier escusa y largarme rápidamente, aunque sin cerrar ninguna puerta.
Ya lo harían ellas sólas, con el tiempo, con la distancia. De manera indolora.
Diréis que soy un cobarde, y puede que tengáis toda la razón del mundo. Diréis que no tengo el valor de enfrentarme a la grandeza del amor, a las relaciones, a la posibilidad del fracaso.
Y ni en toda una vida podría ser capaz de encontrar un sólo argumento con el que rebatiros.
Pero tendríais que verla en éstos momentos...
No es perfecta.
Y si en dos noches me ha hecho sentir todo ésto, qué no sería capaz de hacer con el tiempo. Cómo de grande podría ser la caída...
Y no me llaméis negativo, por favor. Soy completamente consciente de todos los momentos perfectos que podría experimentar con ella. Un viaje a Granada, una fiesta como la de ésta noche, la celebración de nuestros primeros 200 días juntos (puesto que jamás celebraríamos algo tan absurdo como un aniversario), alguna tarde de lluvia en casa, viendo una buena película en la que ella acabara llorando con la cabeza apoyada en mi hombro para que no la vea...
Por supuesto que soy capaz de visualizar esos momentos. Y si no los necesitara, si no supiese apreciarlos en su exacta medida, no estaría aquí pensando lo que pienso, paralizado por el terror.
¿Cómo aguantaría alguien que acaba de ganar la lotería el volver a ser pobre?
Lo peor no es que todo acabe. Lo peor es el volver a hacerse a la idea de que es posible que ya no te quede ninguna oportunidad de encontrar a alguien así, de fabricar recuerdos perfectos como los de ahora.
Y lo peor de todo es que después de todo este tiempo dándole vueltas, estoy exactamente en la misma casilla de salida que antes.
No hay cosa que peor tolere que la incertidumbre.
La televisión se desconecta sóla.
Creo no haber apretado el mando por error en ningún momento. Pese a eso, lo busco a mi lado y aprieto la tecla de encendido.
Nada.
Me giro hacia la mesilla y miro el reloj electrónico que hay a mi derecha. O mejor dicho, el reloj que debiera haber, porque todo está en completa oscuridad, y no consigo ver más allá de mi nariz.
Miro hacia la ventana, y observo que el edificio de enfrente también está a oscuras, aunque no es un dato muy revelador dadas las horas que son.
Por contra me llama la atención que todas las farolas se han apagado también. Y con ellas absolutamente toda la luz de la ciudad, dejando a la luna y a las estrellas parcialmente veladas, como únicas antorchas sobre nuestras cabezas.
Intrigado, me levanto con cuidado de la cama y me acerco hasta el alfeizar. Hace una noche estupenda.
Y es justo en ese momento cuando una luz comienza a perfilar la silueta de las lejanas montañas, habitualmente invisibles desde la ciudad.
Al principio es un fogonazo breve, mudo, como el flash de una cámara gigantesca que quiere retratar la sierra para Dios. Pasado un segundo, una inmensa ola naranja comienza a expanderse lentamente a lo largo y ancho de la superficie que rodea a la luz, devorándolo todo en completo silencio.
No entiendo nada, pero es lo más maravilloso que he visto en toda mi vida.
Dos pequeñas luces parpadeantes y paralelas comienzan a descender rápidamente hacia el centro de la ciudad. El sonido de los motores en éste caso es perfectamente notorio.
No consigo ver el impacto del avión contra el edificio, puesto que queda fuera de mi campo visual, sin embargo una tremenda explosión ensordece toda la ciudad y el suelo tiembla de manera sobrecogedora.
Ella se despierta agitada aunque todavía somnolienta.
Yo vuelvo la mirada a la cada vez menos brillante ola naranja, que continúa acercándose, todavía en silencio, hacia nosotros. La hago un gesto para que se acerque, a lo cual me hace caso.
Un zumbido ahora parece llegar junto con el viento, que empiza a levantarse repentinamente, aunque no de forma desagradable. Las montañas ahora están envueltas en una nube de humo que se extiende rápidamente hacia el cielo.
Tendríais que verlo; kilómetros y kilómetros de nube, expandiéndose en todas direcciones, cubriéndolo todo.
La ola naranja pierde fuerza y cada vez es más delgada, hasta que llega un desilusionante punto en el cual desaparece del todo, a bastantes kilómetros de distancia todavía; calculo.
Por contra, el zumbido no deja de crecer en intensidad y volumen, como un coro de miles de bajos que quieren impresionarte.
Todo tiembla, primero levemente, luego de manera que tengo que agarrarme al borde de la ventana y alejarme un par de pasos para no caer desnudo a la calle.
La agarro con la otra mano y ella se acerca hasta abrazarme.
El zumbido comienza a hacerse realmente molesto, los cristales bibran, y el viento se acaba de tornar huracanado de improviso. Agua, polvo y suciedad entran por la ventana. Nos alejamos.
El temblor tira al suelo todo lo que no está bien sujeto y no tiene dos piernas con las que mantener el equilibrio. Esquivo un bonito cuadro de una puesta de sol, el cual con la caída hace romper el marco.
La bombilla del techo explota sin estar encendida siquiera, y las ventanas se cierran de golpe para acto seguido abrirse con brutal fuerza, estallando todos los cristales contra la pared, y obligándonos a subir a la cama para no cortarnos.
Sigue abrazándome.
Ya no entra suciedad por la ventana, pero no puedo evitar toser a la vez que me tapo los ojos. No se escucha nada excepto el ensordecedor zumbido.
Me parece escuchar la alarma de un coche acercándose, y cuando creo que tan sólo son imaginaciones mías, la pared (a escasos tres metros de nosotros) explota, dejando entrar lo que creo que es un Seat Ibiza negro empotrándose contra el cuarto de baño del otro lado de la habitación.
El aire que entra es caliente y huele a plomo. Se me queda una desagradable sabor metálico en toda la boca.
Y entonces todo se detiene.
El zumbido cesa de pronto. El viento deja de soplar, y el temblor desaparece por completo.
Pasa medio minuto hasta que dejan de caer pequeños cascotes y cristales, y de nuevo reina el silencio en la ciudad.
Me giro hacia el coche que hay dado la vuelta y empotrado sobre la ducha, y veo que en su interior hay un peluche del sonriente Garfield, con ventosas en las manos pegado al destrozado cristal trasero. Una de las manos cae laxamente y parece señalarme.
La vuelvo a mirar.
Ella está con la cabeza gacha, respirando pesada y lentamente y con los ojos abiertos como platos, mirando hacia el suelo.
Sigue abrazándome.
-Si ahora no te digo que estoy enamorado de tí, me voy a arrepentir toda la vida.
Y justo al terminar la frase, cientos de luces multicolores comienzan a descender muy lentamente, en circulos, desde lo alto de entre las nubes, iluminando las calles y los destrozados edificios de la ciudad con miles de tonalidades diferentes y cambiantes.
Ella alza la cabeza y me sonríe, todavía con los ojos muy abiertos.
Ahora que me fijo por primera vez, los tiene preciosos, aunque sigue sin ser perfecta.
Dunkis dijo:
Criadillas es un hombre triste de derechas, quién lo iba a decir.
Criadillas es un hombre triste de derechas, quién lo iba a decir.
- The last samurai
- Ulema
- Mensajes: 10184
- Registrado: 10 Ene 2004 13:20
Joder que gonito.
Da la misma sensación que el trailer de La guerra de los mundos, cuando aquellos vecinos de un tranquilo barrio residencial salen a la calle a contemplar el horror que se les avecina más allá de las montañas.
Además, sería un perfecto capítulo inicial para aquella serie de relatos cortos que iniciaron Mayhem o Dolordebarriga, no recuerdo, que se llamaba El apagón.
Como en el caso del relato del autobús, sentimientos perfectamente perfilados y profundos, buena prosa y una historia de lo más interesante para la extensión del relato.
Una pena que no te prodigues más con esto de escribir... Aunque supongo que si lo hicieras, podrías ganarte la vida de alguna manera con ello.
Como diría Van Gaal:
FELICHIDADES!
Da la misma sensación que el trailer de La guerra de los mundos, cuando aquellos vecinos de un tranquilo barrio residencial salen a la calle a contemplar el horror que se les avecina más allá de las montañas.
Además, sería un perfecto capítulo inicial para aquella serie de relatos cortos que iniciaron Mayhem o Dolordebarriga, no recuerdo, que se llamaba El apagón.
Como en el caso del relato del autobús, sentimientos perfectamente perfilados y profundos, buena prosa y una historia de lo más interesante para la extensión del relato.
Una pena que no te prodigues más con esto de escribir... Aunque supongo que si lo hicieras, podrías ganarte la vida de alguna manera con ello.
Como diría Van Gaal:
FELICHIDADES!
- Cíclope Bizco
- Mulá
- Mensajes: 1375
- Registrado: 13 Ene 2004 03:43
Acabo de ojear calmamente el relato. The Lost Samuradi ha exhibido, de nuevo, una ramplonería de ovación buenrollista y un criterio tan incongruente como el delicado paladar de aquellos viscosos y ancestrales parientes que no distinguen la boca del ano: gourmet de seso vermiforme.
Ñais, Criadillas, nos tiramos a una fulana de la que quedamos genitalmente prendados, y ya dedicamos madrigales postapocalípticos en loor a su carne mujeril. No te creas, cada vez que me masturbo evoco versos petrarquianos con estrofas colmadas de faldas deshilachas a dentelladas de instituto para niñas pijas, el exquisito sabor del engrudo resultante de lamer convulsamente talco y aceite para masajes, postulantes chupacirios enviudadas, con peineta y cortejando un paso de Semana Santa y látex estirado con el éxtasis del tirachinas sobre el pellejo de una manufacturera de sushi en lata. Todo ello a trompicones lascivos y testoterénicos.
Un truco utilísmo para escribir historietas resultonas es predestinar un final chocante, esperpéntico o llanamente conmovedor. Un buen relato tiene mucho de emboscada al lector; desde una trampa segura, justo al final del trayecto, se borran las huellas hacia atrás con una rama de florida prosa. ¡Y ZAS! Entre tus apretadas páginas ya tienes su atención, que ya es más de medio camino de una rentable valoración.
Ñais, Criadillas, nos tiramos a una fulana de la que quedamos genitalmente prendados, y ya dedicamos madrigales postapocalípticos en loor a su carne mujeril. No te creas, cada vez que me masturbo evoco versos petrarquianos con estrofas colmadas de faldas deshilachas a dentelladas de instituto para niñas pijas, el exquisito sabor del engrudo resultante de lamer convulsamente talco y aceite para masajes, postulantes chupacirios enviudadas, con peineta y cortejando un paso de Semana Santa y látex estirado con el éxtasis del tirachinas sobre el pellejo de una manufacturera de sushi en lata. Todo ello a trompicones lascivos y testoterénicos.
Un truco utilísmo para escribir historietas resultonas es predestinar un final chocante, esperpéntico o llanamente conmovedor. Un buen relato tiene mucho de emboscada al lector; desde una trampa segura, justo al final del trayecto, se borran las huellas hacia atrás con una rama de florida prosa. ¡Y ZAS! Entre tus apretadas páginas ya tienes su atención, que ya es más de medio camino de una rentable valoración.
Al pasar Nueva Orleans dejo atrás sus lagos iridiscentes y luces de gas amarillo pálido | pantanos y estercoleros | aligátores arrastrándose sobre botellas rotas y latas | moteles con arabescos de neón | chaperos desamparados que susurran obscenidades a la gente que pasa.
Nueva Orleans es un museo de muertos.
Nueva Orleans es un museo de muertos.
- The last samurai
- Ulema
- Mensajes: 10184
- Registrado: 10 Ene 2004 13:20
Acabo de ojear calmamente el relato. The Lost Samuradi ha exhibido, de nuevo, una ramplonería de ovación buenrollista y un criterio tan incongruente como el delicado paladar de aquellos viscosos y ancestrales parientes que no distinguen la boca del ano: gourmet de seso vermiforme.
La cosa es no estar contento con nada. Ovación buenrollista, por supuesto. Pero no sé que verás de incongruente en un post dedicado a alabar un esfuerzo literario que me parece cojonudo para lo que se lee normalmente aquí. Y para lo que se puede leer en muchas novelas basura que se publican en ediciones de bolsillo pero que dan de comer a sus autores.
Cíclope, ya he dicho más de una vez que me encanta leerte por lo barroco de tu prosa. Y lo mantengo, pese que a veces te dediques a hacer simples asociaciones de ideas para plasmarlas de la forma más intrincada posible, como en este último post tuyo. Pero tu forma prevalece sobre tu fondo, así que nada que objetar.
Sobre lo de que no sé distinguir la boca del culo, quizá me pase con los gusanos, como mencionas, pero de lo que sí me percato a veces, como en este caso, es de que hasta lo más infalibles escritores cometen errores ortográficos tontos. Y eso le pasa a cualquiera, pero a alguien que va de tu palo le duele a uno leerle incorrecciones de ese tipo. Repasa tú propio post y búscalas si te aburres. Lo que está claro es que has malinterpretado mi mensaje, que no era más que una sincera palmadita en el hombro a Criadillas por su estupendo trabajo.
P.S: me extraña el silencio del resto de parroquianos respecto al texto de peladillas. Imagino que las felicitaciones le llegarán via mp, porque mira que poner por las nubes algunas de las estupideces de Carmelo y no reconocer el mérito de esta historia me parece increíble.
Yo lo hubiera felicitado, pero al ver un post tuyo me ha dado regomello, supongo que a mas de uno le habrá pasado. Sinceramente, navego con la esperanza de verte cada día menos por aqui.
Muy bueno criadillas.
Muy bueno criadillas.
A la vuelta pasé por al lado de la tuya casa, saqué la cabesa desde mi hauto y grité: CHURETICAS!
una bandada de gabiotar alzó el vuelo, el sol iba sumerjiendose entre las montañias y solo me contestó el eco de mi propia vos...
una bandada de gabiotar alzó el vuelo, el sol iba sumerjiendose entre las montañias y solo me contestó el eco de mi propia vos...
- The last samurai
- Ulema
- Mensajes: 10184
- Registrado: 10 Ene 2004 13:20
Quiere decir que me da regomello postear donde lo has hecho tu y me cuesta mas trabajo darle a "publicar respuesta", porque eres un mongolo integral.
Aprovecho la ocasión para decir que en el hilo de estadistas no te respondía a ti, por lo mismo que acabo de explicar, pero no se como cojones has leido mi texto que has interpretado que iba para ti.
Aprovecho la ocasión para decir que en el hilo de estadistas no te respondía a ti, por lo mismo que acabo de explicar, pero no se como cojones has leido mi texto que has interpretado que iba para ti.
A la vuelta pasé por al lado de la tuya casa, saqué la cabesa desde mi hauto y grité: CHURETICAS!
una bandada de gabiotar alzó el vuelo, el sol iba sumerjiendose entre las montañias y solo me contestó el eco de mi propia vos...
una bandada de gabiotar alzó el vuelo, el sol iba sumerjiendose entre las montañias y solo me contestó el eco de mi propia vos...
- Dolordebarriga
- Companys con diarrea
- Mensajes: 18007
- Registrado: 06 Nov 2002 20:38
- Ubicación: Ambigua
El viento ululante se filtra por entre las tablas de madera que conforman las paredes del refugio mientras la lluvia repiquetea con violencia en el tejado de tejas viejas y enmohecidas. Sin luz eléctrica, tres tristes velas de llamas agónicas, sin aromas, sin formas fantasiosas, sin colores, sombrean la única estancia. Un colchón, un buen colchón eso si, dispuesto sobre tres largas tablas de madera, se estremece al ritmo de mis embates.
Con el viento y la lluvia como comparsas, nuestros jadeos gozosos, por ahora más los suyos, pero solo por ahora, que yo ya casi me vengo, llenan el desierto altiplano.
Gimo y mirándola a los ojos escucho un “todavía no!!!, todavía no!!!” Pienso un poco como en otras cosas porque ya casi no puedo y cuando escucho sus “siiis, siis” me dejo ir.
Luego me tumbo a su lado y la miro. Le digo “te quiero” y sonríe y me dice que ella también. Por un momento de mis labios casi brota un “te amo” pero en un último instante me puede el miedo y recuerdo que una vez, hace ya tiempo y ante otra persona, ya dije esa extraña palabra y recuerdo también como entonces me aplastó el sonido del silencio.
Así que no le digo nada más y dejo escurrir sus largos cabellos por entre mis dedos y la beso en sus labios rojos, ansiosos de besar y de ser besados. Y murmura que quisiera que esta noche no acabara nunca y yo pienso que es una noche fea para pasarla al raso, pero maravillosa para compartirla con ella. Y creo que yo tampoco quiero que esta noche termine nunca y mi mano desciende hasta su entrepierna y comienza a juguetear con los preciosos rizos de su pubis y unos de sus labios se abren y los otros me sonríen mientras buscan los míos.
Y oigo la lluvia, y oigo el viento y por entre las tablas de madera de repente percibo un resplandor anaranjado y el suelo tiembla, o quizá somos nosotros los que lo hacemos temblar, que eso no lo se ni lo sabré jamás. Y pienso que sería una bonita forma de terminarnos si en este mismo instante se acabara el mundo y la miro y se que ella piensa lo mismo.
Y no; no nos decimos nada, y mientras el mundo se decide por continuar o no por un ratito más, nosotros nos perdemos el uno dentro del otro.
Y dice la historia repetida que luego nos dormiremos abrazados, y al despertar tendremos ambos la certeza de que ya jamás conseguiremos volver a sentir juntos como ayer.
O tal vez no. Quizá esta vez tal vez no.
Vuestro, Criadillas me ha puesto tierno;
Dolordebarriga
Con el viento y la lluvia como comparsas, nuestros jadeos gozosos, por ahora más los suyos, pero solo por ahora, que yo ya casi me vengo, llenan el desierto altiplano.
Gimo y mirándola a los ojos escucho un “todavía no!!!, todavía no!!!” Pienso un poco como en otras cosas porque ya casi no puedo y cuando escucho sus “siiis, siis” me dejo ir.
Luego me tumbo a su lado y la miro. Le digo “te quiero” y sonríe y me dice que ella también. Por un momento de mis labios casi brota un “te amo” pero en un último instante me puede el miedo y recuerdo que una vez, hace ya tiempo y ante otra persona, ya dije esa extraña palabra y recuerdo también como entonces me aplastó el sonido del silencio.
Así que no le digo nada más y dejo escurrir sus largos cabellos por entre mis dedos y la beso en sus labios rojos, ansiosos de besar y de ser besados. Y murmura que quisiera que esta noche no acabara nunca y yo pienso que es una noche fea para pasarla al raso, pero maravillosa para compartirla con ella. Y creo que yo tampoco quiero que esta noche termine nunca y mi mano desciende hasta su entrepierna y comienza a juguetear con los preciosos rizos de su pubis y unos de sus labios se abren y los otros me sonríen mientras buscan los míos.
Y oigo la lluvia, y oigo el viento y por entre las tablas de madera de repente percibo un resplandor anaranjado y el suelo tiembla, o quizá somos nosotros los que lo hacemos temblar, que eso no lo se ni lo sabré jamás. Y pienso que sería una bonita forma de terminarnos si en este mismo instante se acabara el mundo y la miro y se que ella piensa lo mismo.
Y no; no nos decimos nada, y mientras el mundo se decide por continuar o no por un ratito más, nosotros nos perdemos el uno dentro del otro.
Y dice la historia repetida que luego nos dormiremos abrazados, y al despertar tendremos ambos la certeza de que ya jamás conseguiremos volver a sentir juntos como ayer.
O tal vez no. Quizá esta vez tal vez no.
Vuestro, Criadillas me ha puesto tierno;
Dolordebarriga