El más que mediocre relato que sigue a continuación constituye un intento de reeditar lo que, a mi parecer, fue la mejor idea que se tuvo en este o en el otro foro. Lamento que haya caído en el olvido, por eso espero que recojan el guante y continúen con las historias.
Estas son las pautas que delineó el ideólogo del thread:
Dolordebarriga escribió:"Yo soy" es un mediocre experimento literario. Es una saga rio de gente diferente, en un mundo diferente. "Yo soy" describe, no juzga. "Yo soy" pretende provocar, pretende molestar, pretende hacer pensar. "Yo soy" está abierto a todos, y aunque pueda parecerlo no se nutre del exceso grotesco, sino de la indiferencia ante la ya cotidiana realidad.
Yo soy Nelson De la Cruz. Tengo 41 años, y seis hijos. Yo soy campesino, y cultivo coca para mantener a mi familia. Yo soy de Bolivia, el país con la segunda reserva de gas natural de América del Sur, y una de las cinco primeras del mundo. El país que, a pesar de contar dichas reservas de gas, irónicamente no cuenta con un tendido de gas natural en sus principales ciudades, como ser La Paz. Hace poco, una empresa europea vino para construir un gasoducto que, alimentándose de las reservas de gas que nosotros los bolivianos no podemos disfrutar, cruce medio Bolivia y Chile para, finalmente mediante barcos, exportar el gas a EEUU. Y al estado boliviano solo le quedaría el 18% de los ingresos. Lo peor de todo es que quieren expropiar las tierras que trabajo, con las cuales mantengo a mi familia. Estoy en La Paz, protestando por esta injusticia. La Paz está en estado de sitio. Tengo miedo, somos los campesinos contra los militares. Lo que todavía no sé, es que mañana me voy a convertir en una de las 77 víctimas mortales de la protesta. Tampoco sé que el presidente Gonzalo Sánchez de Losada terminará dimitiendo y exiliándose en Miami con sus más cercanos colaboradores, aprovechando que cuenta con la ciudadanía estadounidense. Mientras tanto, en el "Primer Mundo" algunos estudiantes universitarios secundados por intelectualoides de medio pelo, nos tomarán como bandera para salir a "manifestarse" contra sus gobiernos fachas. Y, sobre todo, aprovecharán para fumarse algún que otro porrito para demostrar lo rebeldes que son. A las tres semanas volverán a no saber donde queda Bolivia.
Este mundo me da mucho asco. Gracias por leerme y, por favor, continúen con el YO SOY.
Saludos
oximoron
Última edición por oximoron el 19 Oct 2003 04:07, editado 1 vez en total.
Creo que el Yo Soy fué una de las grandes cosas que pudo parirnos nuestro querido Dolores de Barriga. Copypasteo mis anteriores intervenciones.
Yo soy Marcelo Rodrigo Fuentes.
Vivo en Bogotá, Colombia.
Ayer por la mañana me encontraba en la calle Santa Cruz, en pleno centro de la ciudad, viendo como se desangraba mi hermano a causa de unos balazos en el pecho.
Estábamos paseándo cuando un coche se paró ante nosotros, asomó un cañon por la ventana del copiloto, mi hermano me empujó y caí al suelo. Luego cayó él, dejándo un rastro de sangre en el aire.
Lloré sobre su cuerpo, a pesar de que si él hubiera estado allí me habría dado un cachetazo y me habría dicho: ¡Eres un débil!
Es el precio de la cocaína y el dinero.
Ahora estoy en las afueras de Bogotá, en una de las zonas adineradas del país, tras los muros de un chalet adosado con piscina. Allí dentro se encuentra, tranquilo, el perro que mandó matar a mi único hermano.
Ahora yo soy el dueño del negocio, no debo ser débil.
Cinco hombres armados me acompañan. Ellos acatarán el honor de mi familia como si fuera suyo, llevarán la venganza hasta sus últimas consecuencias.
Asaltamos la estructura. Caen dos hombres por la entrada norte del edificio, uno más por la entrada sur. No queda nadie afuera.
Las noches en Bogotá son irrespirables. Las gotas de sudor me caen desde la frente lentamente hasta la barbilla y siguen su curso cuello abajo. Estoy nervioso.
De unos grandes ventanales, en la parte trasera, asoma incauta la luz. Escrudriñamos hacia el interior. Ahí está, ajeno a nuestra presencia, sentado en un sofá con grandes cojines, acompañado de dos jovencitas. Lo veo reír y me causa naúseas.
Dentro debe de haber más hombres. Caeran en cuanto entremos.
Nos repartimos según lo previsto.
En dos minutos me encuentro en pleno salón, rodeado por mis hombres, apuntando hacia el hijo de puta de Héctor Fernandez. Me acerco desafiante hacia él, pistola en mano.
Las chicas gritan, están muy asustadas. Les hago un gesto para que se marchen.
Poso el cañón de mi arma sobre su frente. Me está hablando. No le oigo. Solo escucho el latido de mi corazón. Siempre me pasa antes de matar a una persona. Yo nunca quise esto para mi. Algún día dejaré el camino de la delincuencia, pero es lo único que he conocido. Parece que cierro los ojos y sueño con un mundo en dónde la corrupción y la sangre no son el pan de cada día. Un mundo en dónde mi familia todavía existe y vive en paz. Un mundo en donde mi hijo sale a la calle a jugar tranquilamente. Este cabrón también tendrá hermanos, pero no sé si soñará con un mundo mejor. Aprieto el gatillo. Los grandes cojines blancos están ahora manchados de rojo visceral y masa gris. Mis hombres rien, yo no.
Pienso en si moriré alguna vez de la misma manera.
Vivo en Rio de Janeiro, Brasil, aunque soy originaria de Italia.
Trabajaba como cirujano en un gran hospital de Milán, hasta que un día, por fortuna o por desgracia, me ofrecieron un puesto mejor pagado, en otro gran hospital, de otro país. Me trasladé y ya llevo 4 años viviendo en Rio.
Este hospital es muy diferente al otro dónde trabajaba. Aquel era un edificio de la vida, este es un edificio de la muerte. Así lo llamo yo.
La empresa para la cual trabajo no consta en los registros del Estado, ni en las guías de teléfonos. Físicamente no existimos.
Las únicas normas que rigen aquí, y que juré acatar cuando llegué, son: hacer lo que se te mande, no preguntar nunca y mantener la boca cerrada. A cambio, cada tres meses, mi cuenta bancaria aumenta considerablemente.
Al año desaparecen centenares y centenares de personas en Brasil. Asesinatos, perdidas de identidad, fugas, un largo etc. La mayoría de estos desaparecidos no tienen nombre, no tienen rostro y nadie los va a echar en falta. Esos son los que nos interesan. Y de esa mayoría, la gran parte son niños de la calle, así los llaman. Hijos de nadie.
No debería hablar de desaparecidos, sino más bien de secuestrados.
En un principio me costó mucho asimilar que yo soy de las pocas personas que ven sus rostros con vida antes de pasar a ser borrados definitivamente de la memoria del Mundo. Ahora ya he perdido los pocos escrúpulos que tenía, he dejado de hacerme preguntas y de compadecerlos. Ya no veo personas, veo pulmones, hígados, riñones, corazones...
No sé de dónde vienen, ni quién se encarga de encontrarlos, ni qué hacen con sus cuerpos una vez que han pasado por mi quirófano. No me importa. Yo solo me encargo de abrir la ventana a sus interiores, ver que es lo que se puede aprovechar y extraerlo. Ni más ni menos.
Ahora traen a uno. Ya tengo el quirófano preparado. Será mejor que me dé prisa en cambiarme. En estas cosas debemos ser rápidos. Los órganos, y los compradores de estos, no pueden esperar.
Mientras me pongo mis guantes de latex, miro mi muñeca desnuda y pienso en que ya es hora de cambiar mi rolex de oro.
Dos años después... ¿Qué fue de este gran hilo? Habían muchas historias después de la mía (en el viejo hilo que se perdió). Os invito a los que lo vivisteis, y participasteis en su momento, a que lo retomeis. Y que los nuevos os animeis a continuarlo con más Yo soy.
Dejo otro.
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Yo soy Alvaro Martinez.
Soy un adolescente español.
Nací en una familia de clase media y, desde que tengo consciencia, he disfrutado de una vida relativamente acomodada. Sé que mis padres siempre han hecho grandes esfuerzos por darme todo aquello que ellos no tuvieron de pequeños. Los admiro por ello.
Cuando llego de clase me gusta sentarme un rato frente al ordenador, a chatear, o me tumbo en la cama a jugar con la PlayStation que me regalaron por mi último cumpleaños. En los estudios no es que me vaya muy bien que digamos, no me gustan las matemáticas, el inglés se me da muy mal y las ciencias sociales me aburren. Sin embargo en gimnasia saco puros dieces. Mis padres dicen que he sacado la constitución altética del abuelo.
Los fines de semana me gusta arreglarme y quedar con mis amigos, hacer botellón e infiltrarme en las discotetas, aunque todavía no tenga edad suficiente para entar. Mi madre dice que es de lo poco que se me da bien. Si ella supiera lo que realmente hago...
A veces echo en falta alguien en casa para charlar sobre las cosas que me preocupan. La única que está casi siempre en casa, y en la que más o menos confío, es mi hermana mayor. Pero ella está muy ocupada en sus asuntos de universidad. Va de intelectual, con sus gafas de pasta y sus jerseis roidos, preocupada por la última manifestación ecologista de nosequé y la última exposición de nosécuantos. Así que prefiero guardarme mis cosas para mí, porque si se las contara a mis amigos sé que se reirían.
Es extraño, pero hay un concursante de este último Gran Hermano con el que me siento muy identificado.
Ayer escuché a mi hermana hablar con un amigo suyo. Hablaban sobre los adolescentes de hoy en día. Yo quise intentar hablar con ellos, pero me sacaron de la habitación casi a patadas. Luego me quedé detrás de la puerta y les oí comentar cosas sobre la sociedad que nos ha tocado vivir... que si los jóvenes de hoy en día estamos resignados, que si tenemos suficiente con ver la tele rosa, los últimos partidos de fútbol (a mi que el Altético no me lo toquen!!!) tener el último disco de Reggeaton y una conexión a internet bajo el brazo.
Luego hablaron sobre lo mal que está el mundo laboral, que si cuando acaben la carrera no encontrarán trabajo y acabarán repartiendo pizzas a domicilio.
Yo eso no lo veo tan mal. No sé de que se quejan, si no les falta de nada.
Después siguieron hablando del abuelo, de cómo luchó en la guerra civil, y de cómo antes teníamos más valores que ahora y esas cosas de política.
Yo no lo veo así. Porque... a ver... ayer me compré las últimas bambas de Adidas, que son super chulas, y una sudadera a juego. Seguramente mi abuelo ni de coña podría haber tenido una de estas. Y lo cómodas que son. Además las anuncia el Ronaldiño por la tele. Ahora en clase estan que se mueren de envidia. Y no el gitano del David que sigue llevando vaqueros del rastro y deportivas imitación a Puma.