Salimos a la calle y tenemos cero grados en lo que se supone que es el caribe de España. Entramos en el antiguo Garaje de la Tía María. Mamá Ladilla están de gira: el Autorretrete Tour. Mamá Ladilla: el único grupo punk que me gusta.
El local empieza a llenarse de gente. Sigo teniendo un frio que pela, así que me dejo puesto el abrigo y el gorro. No imaginaba que al final de la noche acabaría en camiseta...
Ya estamos hasta los topes. Salen Mamá Ladilla por una portezuela. Sólo son tres y tienen cara de cabrones de barrio bajo. Nada más saludar ya hay un punky borracho y encocado que se sube al escenario y se lanza al público, sin música ni nada. El salto le sale mal y aterriza con la nuca. Casi puedo oir el chasquido de la columna vertebral. La gente acude a levantarle pero se levanta por si solo muy digno. Bueno, tan digno como puede serlo una persona que lleva ya horas sin contacto con la realidad.
Comienza el concierto.
Imagínate
al Papa
en chandal
¡Chandaaaal!
Imagínate
al Papa
en chandal
¡Chandaaaal!
Susan-susan-susan-Su Santidad
Susan-susan-susan-Su Santidaaad
Al rato es evidente que me tengo que empezar a quitar capas. Primero el gorro, luego el abrigo, al final la sudadera.
Y entonces, el horror... El horror...
Moles humanas pegando bandazos, amiguetes encadenados por los brazos desplazando a medio local, punkys pegando patadas al aire...
Y aquella tía de la cazadora de cuero rojo y el collar de pinchos, preciosa, eso también.
Chanquete ha muerto
Chanquete ha muerto
¡La-la-la-la-la-laaaaa!
Del barco de chanquete
no nos moverán
¡La-la-la-la-la-laaaaa!
Mi amiga se deshidrata y muere. Nos vamos a la barra. Allí, por absurdo que parezca, se han dejado la calefacción puesta y nos da en toda la coronilla. Yo también me tomo un descanso, porque se me estaba saliendo el corazón por la boca.
Y volvemos, porque están tocando una de nuestras favoritas. ¡A pegar botes y empellones de nuevo!
No pienso estar permanentemente pendiente del tejemaneje que te traigas
No pienso estar permanentemente pendiente del tejemaneje que te traigas
Tú vive tu vida que yo viviré la mía
Tú vive tu vida que yo viviré la mía
A veces das un salto y aterrizas dos metros más allá. A veces crees que vas a morir.
Una chica morena y pequeña, a rayas, bastante guapa, recorre continuamente el local de un extremo a otro, como si llevara recados, rodeada de un aura de intangibilidad.
El punky enajenado da vueltas aleatorias como un trompo.
Hace tiempo que perdí a mi hermana de vista.
Entre canción y canción, la voz del grupo improvisa cancioncillas dedicadas a Zapatero y a las compañías de telefonía.
- ¡Aparta Papá! -grita alguien entre el público, pidiendo una de sus canciones más salvajes.
Cuando era pequeñito iba en mi taca-taca.
Lo primero que aprendí fué ¡ataca! ¡ataca!
¡ataca! ¡ataca! ¡ataca!
Aprendí a caminar y me dieron una estaca,
recuerdo que aquel año maté cuarenta vacas.
Y no eran vacas flacas.
Y no eran vacas flacas.
Me entra la ira asesina. Me quedo afónico. De vez en cuando distingo entre la masa humana a mis amigos agitando los brazos de forma demente. Si me cruzo con ellos los inserto de nuevo en la marabunta de un empujón.
- ¡Aparta papá! -seguía gritando el público, cuando hicieron la típica primera salida en falso.
- ¡Aparta papá!- grité yo también.
Si Aparta papá hubiera sonado, quizá aquello se hubiera hundido. Aun así, el resto se convirtió en la debacle. Más mala hostia, más empujones, más pinchos, más heavys de alto tonelaje y cara de ausente desplazándote de un codazo.
- ¡Lo hemos pasado de puuuuuta maaaadreeeee! -se despidió el cantante con voz de niño de San Ildefonso.
Te quedas como Dios y con la conciencia tranquila. Y sudoroso.
Pinzamiento de menisco tuvo mi amiga, eso sí.
Hay que repetirlo.
