Yo sigo comprobando la partida de vez en cuando, pero el ritmo que llevamos la esta haciendo muy liosa. Mi defensa es una mierda y tu te luces en cada jugada.
Yo me puedo quedar por aquí una hora y media + o -
[...] se vio tragado por la boca de una decadencia larga y serpenteante, de la que no volvería a salir hasta que, al final mismo de sus días, se enamoró por fin de su mujer.
[...] se vio tragado por la boca de una decadencia larga y serpenteante, de la que no volvería a salir hasta que, al final mismo de sus días, se enamoró por fin de su mujer.
Tu lo has dicho. Al menos yo no te voy regalando piezas, eso ultimo solo lo salvas rindiendote. ¿O es un gambito de dama magistral y me has engañado como a un bobo?
Yo estoy bobo, pero aparte de eso creo que perdía más retirando la dama a un lugar en donde no la perdiera. El fallo está en haberte comido ese peón protector, creo.
Aunque quizás eso te hubiera costado más verlo.
[...] se vio tragado por la boca de una decadencia larga y serpenteante, de la que no volvería a salir hasta que, al final mismo de sus días, se enamoró por fin de su mujer.
Los alfiles toman más importancia al final, cuando el tablero se empieza a despejar. I.e.: una pareja de alfiles con el tablero casi vacío chana más que una torre y un peón. Un peón pasado (camino libre para coronar, pasado el centro del tablero, creo) chana bastante, y chana más cuanto más cerca está de la octava fila. Dos torres chanan más que una reina.
Por esa cuenta me sale que no voy tan mal.
[...] se vio tragado por la boca de una decadencia larga y serpenteante, de la que no volvería a salir hasta que, al final mismo de sus días, se enamoró por fin de su mujer.
Conocia un relacion casi identica, poniendo puntos donde tu pones peones. 3 puntos a alfil y caballo, 5 a la torre y 10 a la dama, sumando puntos la ventaja es pequeña, pero a mi personalmente me resulta mas sencillo encontrar el mate con una dama.
Tampoco me comentaron si ser un furro resta puntos
Por si te tranquiliza saberlo, tu dama ahora es más incómoda que el rapapolvo idiota que me cayó por dar mi opinión sobre cierto tema delicado.
[...] se vio tragado por la boca de una decadencia larga y serpenteante, de la que no volvería a salir hasta que, al final mismo de sus días, se enamoró por fin de su mujer.