
Aunque parezca mentira (no me pongo colorada cuando me miras) los 30 se clavan como finas agujas que van poco a poco moldeando nuestro ser.
Nada tiene que ver con el pavo que pasamos a los 15 cuando lo que nos pasa es que queremos aparentar lo que seremos y claro, se nos ve el plumero.
Nada tiene que ver con las crisis de los 50, de la pitopausia o la menopausia, sintomas del empezar a dejar lo que fuimos.
El síndrome de los 30 es el miedo a ser, aquello que a los 15 aparentábamos y a los 50 añoramos, ahora nos da miedo porque realmente son pocos los que están preparados para sobrellevarse a si mismos.
De ahí la pequeña regresión a ese pavo irritable, intentando arrañar minutos a lo que tarde o temprano llega y que si dios quiere añoraremos.
Es la Plenitud de la vida, o eso dicen, y para vivirla hay que estar seguro de que se es lo que se quiere ser.