Déjame entrar (Let the Right One In) (2008)

“¿Qué te pasa, eh? ¿Me tienes miedo? ¡Chilla! ¡¡¡CHILLA!!!”La antítesis de esa atroz trilogía yanqui llamada Crepúsculo.
Mientras una -Déjame entrar- es un producto atractivo, innovador y refrescante sobre el mito de los vampiros, otra es una maquinaria perfectamente ideada para encalomar a la masa adolescente de todo el mundo. Vamos, una mierda.
Me alegra que ambas coincidan en el tiempo, y me congratula haberme encontrado con este producto independiente que contiene todos los matices para ser, desde ya, una película de culto sobre el género vampírico. Ahora, cuando un quinceañero con acné me hable de Crepúsculo y babee estupideces del tipo: “¿Has visto que peliculón? Sobre todo me encanta el final, jaja”... yo podré sonreír y comentarles que hay por ahí una película sueca del mismo género que le da mil vueltas a su querida trilogía palomitera. De hecho, ya me he comprado un poster de Çrepúsculo, el cual llevo siempre conmigo, y el cual sacaré y escupiré cuando se produzca esa conversación.
"Déjame entrar" no es sólo una gran película de vampiros, sino que también es una encantadora historia de amor entre dos niños de 12 años. Toda ella atípica, rara, perturbadora, creíble y brillante a la vez.
“¿Me querrías si no fuera una chica?”...
Y es que estos dos niños no tienen nada que ver con la empalagosa historia de "amor" de Crepúsculo, los cuales más que llegar a conmovernos nos producen un sentimiento entre el asco y la pena.
Apenas contiene diálogos; no se echan de menos. Tiene exactamente los justos y necesarios. La película se narra a sí misma entre largas y silenciosas secuencias sobre la que se desliza la historia de un amor imposible pero posible, con estos dos jóvenes protagonistas que nos hablan con la mirada, en un aire casi onírico pero maravilloso.
Elegante, sorprendente y misteriosa toda ella. Ni decae ni entorpece; ni aburre ni exalta... y al final, te asombra y te emociona. Imprescindible.
Que alguien les de algún premio a estos dos jovenzuelos antes de hablar de justicia.
La película también trata mucho sobre el mítico dilema moral de los vampiros.
"¿Morder o no morder? ¿Sobrevivir o pasar hambre? ¿Martirizarse o hacerlo libremente?"
El film nos presenta a Eli como un vampiro de aspecto enfermizo, martirizado y angustiado por lo que es.
De hecho, durante algún momento del largometraje en donde la veía angustiada y arrepentida, yo llegué a pensar: "¿A qué viene tanto dilema moral? Si yo fuera un vampiro saciaría mi sed sin ningún perjuicio. Después de todo, sé lo que soy, sé lo que seré hasta el fin de los días y no pienso martirizarme por ello... de hecho, un vampiro con depresión debería ser más peligroso que un vampiro que chupa vacas y se alimenta de sangre humana de vez en cuando. Si voy a ser un vampiro mártir y voy a estar siempre con este sentimiento de culpabilidad, ¿por qué no mandarlo todo a la mierda? No puedo cambiar lo que soy y tampoco puedo morirme. Que les den, les voy a chupar el cuello a todos. Soy un vampiro y nadie me puede joder".
Creo que la película gira mucho alrededor de ese mítico dilema moral vampírico y lo trata de la mejor manera posible. En algún momento de la cinta, ella lo asume delante de Oskar: "Soy lo que soy y lo hago para sobrevivir".
Eso es un vampiro con un dilema moral, con sentimiento de culpa. No se puede sentir remordimientos si eres un ser "puro y básico sin perjuicios ni dilema moral".
Y demos gracias por Eli. Porque si yo fuera vampiro te aseguro que me alimentaría sin atormentarme lo más mínimo y necesitaría al puto Blade para que alguien me parara los pies.
La escena que más me gusta es cuando a Oskar se le da por hacer un "Hermanos de sangre" sin saber que ella es vampiro (que por cierto es un sutil toque de humor solo apto para los mejores paladares). La reaccón de Eli demuestra completamente este dilema moral del que vengo hablando.
Creo que la forma más fácil de entender lo que supone para un vampiro resistirse a la tentación de morder es la siguiente situación: estás en una isla desierta, llevas meses alimentándote de agua de coco y llega un náufrago nuevo a hacerte compañía. De repente, por arte de magia el tipo se convierte en un rosbif gigante con patatas, cubiertos, toda su guarnición y un vino de oporto. Aparece Aladín y te da a elegir: si te lo comes, siéntate y disfruta, pero él muere... y si no... espero que te ayude a pelar los cocos y que seais muy amigos cuando ambos estéis esquizofrénicos"
Juas. Yo pediría un taburete.
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