http://www.jotdown.es/2012/08/lance-arm ... ment-27721El Tour de Francia de 1999 me dejó tres imágenes que sigo recordando de vez en cuando.
La primera de ellas fue una imagen indignante: Giuseppe Guerini ascendía el Alpe d’Huez en primera posición, bordando la que fue casi con total seguridad la mejor jornada ciclista de su vida, cuando un aficionado se colocó en pleno centro de la calzada con el propósito de sacar una buena foto del ciclista italiano. Este trató de esquivarlo desviando su rumbo hacia la izquierda, pero el mentecato del otro se desplazó en la misma dirección, colisionando así con Guerini y dando ambos de bruces en el suelo. Afortunadamente, el ciclista no sufrió daños mayores, se subió de nuevo a la bici perdiendo el menor tiempo posible y logró coronar primero. Ese incidente reabrió una de tantas veces el debate acerca de la seguridad de los ciclistas en las grandes etapas y la estupidez humana.
La segunda imagen para el recuerdo fue tan gloriosa como inusualmente emotiva para mí: un pelaire que iba para carpintero se montó en una bici y nos dejó un regalo a los aficionados en forma de etapa redonda tanto en lo individual como en lo colectivo: un buen trabajo por parte de Kelme dio con Fernando Escartín lanzando un duro ataque para separarse del pelotón, conectando unos cuantos kilómetros más allá con su compañero Javier Otxoa, miembro de una escapada previa, que tiró de su líder lanzándolo para que finalmente se quedara solo frente a la montaña, demarrando y sacando un abismo, más de dos minutos, a los pesos pesados del pelotón a la meta en Engaly. Ese año, Escartín terminaría el Tour en tercera posición de la general. El hito en la carrera de un ciclista tan sufridor como querido.
La tercera imagen fue hollywoodiense: un tejano de veintiocho años, que había superado un cáncer testicular con metástasis en pulmón y cerebro, se proclamaba campeón del Tour de Francia. Una victoria para la historia, uno de esos casos en los que la realidad supera la ficción, un reclamo maravilloso para el ciclismo, especialmente para el ciclismo en Estados Unidos. Todo era perfecto.
Por lo menos eso parecía. Yo no conocía apenas a Lance Armstrong por aquel entonces, básicamente solo sabía de él que era estadounidense, que le había birlado un Mundial al todopoderoso Miguel Indurain en Oslo, que había superado un cáncer y que de vez en cuando daba guerra en las grandes vueltas buscando un premio menor como era una victoria de etapa. Pero me tragué su historia de superación. Era tan bonita que era complicado resistirse, ¿verdad? Un tipo que hizo del cáncer su gasolina y que convirtió su desesperado afán de supervivencia en un desesperado afán de triunfo. Un luchador que pasó de los subterráneos de una enfermedad que le hizo mirar a la muerte a los ojos cuando los médicos le dieron un 40% de probabilidades de supervivencia, para emerger y pedalear hasta el cielo logrando la épica en aquel Tour de Francia de 1999. Una historia maravillosa.
Demasiado maravillosa como para ser verdad, tal vez. Pronto empezó a oler. Al principio solo fueron rumores. Rumores que probablemente hubieran aparecido de todos modos, llevara o no llevara agua el río. Pero en 2005, para cuando Armstrong ganó su séptimo Tour consecutivo, el río rugía, y ya conocéis el refrán. Resultados de análisis inconsistentes, compañeros de equipo que anunciaban la podredumbre que rodeaba al tejano, compañías cuanto menos sospechosas… todo eran malos indicios, pero no se hizo nada. Se dejó pasar. Algunos dicen que fue por intereses mediáticos (ergo económicos); a fin de cuentas bien podía merecer la pena permitir al de Austin pedalear más dopado que un plató de Telecinco, si con eso se conseguía acercar un mercado gigantesco como el de Estados Unidos al ciclismo. Otros dicen que había mucho untamiento, o que Armstrong es una especie de capo que tenía cogidos por los huevos a altos cargos en la UCI —Unión Ciclista Internacional— y la organización del Tour de Francia. Que tal vez por eso no corría en otra gran vuelta. Hipótesis hay miles, y debo ser sincero y admitir que no sé si alguna de ellas es cierta. Lo que sí sé es que no se hizo nada en su momento, y a pesar de que cada vez que ganaba un nuevo Tour tanto Armstrong como su equipo olían cada vez más a podrido, nadie actuó. Ni la UCI ni la USADA —United States Anti-Doping Agency— movieron un pelo entonces.
Pero sí lo están haciendo ahora. Trece años después de que Escartín nos emocionara en Piau – Engaly. Trece años después de que Alex Zülle, ese gran contrarrelojista que nunca pudo ganar un Tour, fuera víctima de una caída multitudinaria en esa misma edición. Una caída que le hizo perder una gran cantidad de tiempo y que dinamitó sus opciones a ganar el Tour ese 1999. Porque no lo ganó. Pero ahora es el vencedor, según parece.
Porque la agencia antidopaje de Estados Unidos no sé dónde ha estado husmeando durante estos trece años, pero de hace un tiempo para acá les ha dado por investigar lo que Armstrong hizo entonces. Y claro, han encontrado irregularidades. Qué coño, han encontrado lo que tiene todo el aspecto de ser un tongazo de tomo y lomo. El mismo que había en 1999, pero entonces la USADA miró hacia otro lado. Y la UCI y el Tour mismo. Porque había intereses mediáticos, ergo económicos o porque había untamientos o cogidas de pelotas o lo que fuera. Ni lo sé ni me importa.
Lo que sí sé y sí me importa es que esto ya no sirve para nada, o por lo menos para nada bueno. Le retirarán todos los trofeos conseguidos entre 1998 y 2005 a Lance Armstrong, dicen. Tus siete Tours, a la mierda, Lance. Sácalos de tu rancho tejano, de esa vitrina que ya estaba un poco vacía desde que Sheryl se llevó sus discos de oro y sus Grammys. Coge todos tus trofeos cosechados en ese lapso de siete años (aquí es donde haberlos ordenado cronológicamente podría haber resultado práctico) y mándalos vía US Postal a París. El envío lo pagas tú. O US Postal, da lo mismo. Podríamos haberte avisado antes, pero no, teníamos que esperar catorce años desde tu primer escarceo con el submundo más turbio del ciclismo. ¿Por qué? Bueno, según se dice, por alguno o varios de los motivos arriba expuestos.
Zülle recibirá una llamada: Oye, Alex, que sepas que eres el vencedor del Tour de 1999. Genial, dirá Alex, pero ganar así es mierda. También está Jan Ullrich, mi favorito de entonces, ese alemán con cara de ogro y sobrepeso que no soportaba el frío. El eterno segundón. Qué gracia le hará cuando se entere de que sancionan a su tiránico rival a posteriori. Porque de segundón pasa a tener en su haber tres Tours. Coño, incluso Joseba Beloki tiene uno en su haber ahora. Pero, incluso si se los concedieran a título póstumo, esos premios son mierda. Basura que no sabrán ni cómo interpretar los nuevos galardonados. ¿Se supone que tenéis que estar orgullosos, Alex, Jan, Joseba? ¿Sonreiréis en las entrevistas que bien seguro os harán en estos días venideros? Me temo que no. Porque lo sabéis igual que yo: una victoria en estas condiciones sabe a derrota. A derrota del deporte en sí mismo.
Incluso estos vencedores alternativos podrían ser provisionales: Zülle lo dio todo en el festín de Festina (sí, el nombre del equipo, junto a su turbulenta y dopada trayectoria, da lugar a muchos juegos de palabras lamentables), y tanto Ullrich como Beloki estuvieron metidos en la Operación Puerto, de modo que si se pusieran a rascar en el pasado, también ellos podrían tener que devolver los trofeos a su vez devueltos por Armstrong, que pasarían a otro que quizá debería devolverlos a su vez… esto no es deporte; es un desastre.
La historia se deforma, y de los que fueron para mí los tres momentos cumbres de ese Tour ya hay que borrar uno. Como de las famosas fotografías estalinistas, van desapareciendo personajes. Los podios se desdibujan en la memoria, el rostro del maillot amarillo se torna borroso. Armstrong no ganó ningún Tour, ni Virenque llevó el maillot a topos rojos, ni Landis ganó en 2006 ni nada es real ni uno sabe qué pensar ya de ese puto Tour del 99 porque está desmentido en sí mismo, pervertido y ultrajado. ¿Debemos empezar a imaginar etapas hipotéticas dentro de nuestras cabezas sin Armstrong para tratar de descifrar qué habría sido del ciclismo desde 1998 hasta 2005? Esto es un despropósito.
Porque esto llega catorce años tarde. Y lo de “más vale tarde que nunca” no funciona aquí. Este proceso solo consigue dañar más aún a un deporte moribundo. Mejor haberlo dejado todo tal cual estaba. Remover la mierda nunca es buena idea, porque la mierda sigue estando ahí y sólo se consigue que huela peor. Señores de la USADA, ya que no hicisteis acto de presencia cuando debíais, por lo menos podríais haber sido consecuentes y haber seguido mirando hacia otra parte. Total, ya llevabais catorce años haciéndolo.